Hola, hola, mis estimados Foodies.

Este no es un post de recetas, quienes me conocen saben que, aunque amo comer postres, no soy muy buena preparándolos, o al menos no soy la más dedicada en hacerlos.

Algo que pocos saben es que estudié cocina, no porque me encantara cocinar, sino porque fue un reto personal que surgió como una vía de escape de mi rutina laboral. Al final, disfruté tanto la experiencia que completé el pensum y me titulé como Chef. Hoy en día, puedo decir que me gusta mucho la cocina y que disfruto haciéndolo. Sin embargo, no puedo decir lo mismo de la repostería ni la pastelería. La razón es muy clara: me cuesta seguir recetas y ajustarme estrictamente a las medidas. En esas áreas de la gastronomía, al igual que en la panadería, es crucial actuar apegado a las cantidades y proporciones.

Por lo tanto, como soy una irreverente en ese sentido, simplemente evito preparar postres. Prefiero que otros los hagan mientras yo los disfruto con gusto. No obstante, hay momentos en los que me provoca algo dulce, y algo en mi interior me grita: inténtalo. Hoy fue uno de esos días. De repente, me dio antojo de comer torta de zanahoria. Casualmente, tenía los ingredientes principales, así que decidí intentarlo, pero no sin antes consultar con un verdadero maestro pastelero: @josecarrerag.

Desde que conozco a José, siempre le digo que el día que cocinemos juntos, yo me encargaré de lo salado y él de los dulces. Estoy segura de que así será todo un banquete. Lo cierto es que siempre que quiero intentar hacer algún postre, le pido desde la receta hasta los consejos para lograrlo. Afortunadamente, él siempre tiene la paciencia de explicarme el paso a paso.

Una vez que le dije lo que quería hacer, me pasó su receta de Torta de Zanahoria. No la voy a compartir en esta publicación, ya que él hizo un post impecable y muy bien explicado que no tiene falla. Les aseguro que, si siguen sus indicaciones, la torta saldrá a la perfección. Lo digo con determinación porque esta tarde la hice y amé el resultado. Por supuesto, tuve el plus de que José me guió en el proceso. No me odien por eso.

Siguiendo fielmente la receta y respetando obedientemente el paso a paso, batí y horneé mi torta. Tenía mis dudas, lo confieso. Pero después de 45 minutos, el aroma que emanaba del horno me dio la confianza para creer que lo habíamos logrado. Luego, preparé el glaseado, siguiendo las indicaciones del maestro pastelero. Entonces llegó el momento de la verdad: decorar la torta, ¡jajaja!

Soy consciente de que decorar no es mi punto fuerte precisamente, ¡jajaja! Es un hecho comprobado que no tengo creatividad ni cuidado a la hora de hacerlo. Lo bueno es que tuve a mi favor que la torta de zanahoria originalmente tiene una decoración descuidada, y me amparé en ese concepto, ¡jajaja!

Con gran ansiedad, esperé un poco más de 30 minutos para que se enfriara un poco, hasta que finalmente me decidí a probar la torta. Necesitaba saber cómo había quedado, no solo en sabor, sino también en textura y consistencia. Necesitaba ver si el grano estaba suave, duro o, peor aún, apelmazado. Ese era mi gran temor.

¡El resultado fue un "voilá"! Una torta casi perfecta. Quedó de 10, suave, esponjosa, con el toque justo de dulzor (odio las tortas empalagosas). De verdad que quedó espectacular. Obviando el tema de la decoración, creo que merece un 10/10.

Aunque ya le agradecí en privado, siempre es bueno inmortalizarlo en la blockchain: GRACIAS, DON JOSÉ.

PD: No alcancé a guardar un pedacito para probarlo mañana... Ya no hay ni migas en la bandeja, ¡jajaja!

Se ve buenaza, ¿si o no?

_{Todas las imágenes de esta publicación son de mi autoría y propiedad tomadas con un iPhone 12 Pro Max.}