Memorias de Rafael. Foto reportaje de un desastre - Memories of Rafael. A Photo Essay of a Disaster [Esp - Eng]

Mariel horas después del paso del Ciclón Rafael por su Territorio (2024)

Aún resuena en mi cabeza el zumbido del viento en las horas oscuras de la madrugada de aquel agosto, recuerdo el agua de la lluvia empujada por el fuerte viento penetraba por las rendijas de las tablillas de las ventanas sin pudor alguno empapando cuanto hubiera en la habitación. Recuerdo a toda la familia reunida en la sala de la casa esperando que todo pasara, que el viento que amenazaba con destrozar los ventanales cesara. Todos esperando el amanecer para poder contemplar los estrado que podía estar haciendo el Huracán Charlie que nos visitó aquella fatídica noche del agosto de 2004. Ya para entonces había vivido la experiencia de un ciclón, pero no como aquel.

El Charlie fue una enseñanza de vida, una acumulación de experiencias que no había experimentado anteriormente, fue una marca que desgarro pero también nutrió mi memoria con cuentas que aún tengo bien claros, como aquel despertar, aquel amanecer, ante el asombro de todos los que salían a las calles a corroborar lo que ya se sospechaba; pero en grado superlativo: Las hojas de cuanto árbol había a nuestro alrededor estaba en el suelo y las ramas desnudas descubrían un paisaje que nunca habíamos visto tan desprovisto de todo, el viento arrancó de cuajo todas las palmas que adornaban las montañas que delimitan al pueblo, mucho del patrimonio del Municipio quedó en ruinas y 20 años no alcanzaron para rescatarlo: se perdió el cine, el Miramar (joya emblemática de la construcción marielense), parte del estadio quedó en ruinas, se borró del mapa la sala de video, muchas casas de la calle principal quedaron desechas. En fin, Mariel se vio envuelto en una dinámica de destrucción y tristeza increibles.

Por ese entonces era maestro de una pequeña escuela primaria a la orilla del mar, de ella no quedó una teja de la cubierta, se veía un panorama bien desolador. Pero eso no nos detuvo ni el hecho de salir a buscar diariamente la comida porque a la tormenta la sucedió días de ausencia de electricidad. Me recuerdo enganchado en las vigas del techo poniendo los canelones (tejas) que íbamos rescatando para poder comenzar el curso escolar a tiempo y que esos pequeños no se atrasaran en su enseñanza. Por entonces tenia unos 18 años y una energía increíble.

The buzz of the wind still echoes in my head from those dark hours in the early morning of that August. I remember the rainwater, driven by the fierce wind, seeping shamelessly through the slats of the window shutters, soaking everything in the room. I remember the whole family gathered in the living room, waiting for it all to pass—for the wind that threatened to shatter the windows to finally subside. We were all waiting for dawn, hoping to witness the damage Hurricane Charlie might have caused during that fateful night in August 2004. By then, I had already experienced a cyclone, but never one like that.

Charlie was a life lesson, a flood of experiences I had never lived before. It left a scar, but also nourished my memory with vivid accounts I still recall clearly—like that awakening, that sunrise, and the astonishment of everyone who stepped into the streets to confirm what we already suspected, but to a superlative degree: the leaves of every tree around us were strewn across the ground, and the bare branches revealed a landscape we had never seen so stripped of everything. The wind had uprooted all the palms that adorned the mountains surrounding the town. Much of the municipality’s heritage lay in ruins, and even twenty years weren’t enough to restore it: the cinema was lost, the Miramar (an emblematic jewel of Mariel’s architecture) was destroyed, part of the stadium was in ruins, the video hall vanished from the map, and many houses along the main street were reduced to rubble. In short, Mariel was engulfed in a dynamic of incredible destruction and sorrow.

At the time, I was a teacher at a small elementary school by the sea. Not a single tile remained on its roof—it was a truly desolate sight. But that didn’t stop us, nor did the daily struggle to find food, as the storm was followed by days without electricity. I remember clinging to the roof beams, placing the salvaged tiles one by one so we could start the school year on time and ensure those little ones didn’t fall behind in their learning. I was about 18 years old then, and full of incredible energy.

Casa Fundacional de Mariel destruida por los embates de Rafael y el paso del tiempo. (2024)

Pero en aquel momento el acceso a las cámaras fotográficas era un lujo, solo podías almacenar en tu mente las imágenes captadas por tus ojos, aquellas que te impresionaron sobremanera, otras se iban diluyendo con el paso del tiempo y aunque 20 años no son nada, si que hacen estragos en la memoria. Por esa y mucha razones cuando me enteré de que volvería a ocurrir lo vivido, esta vez en el 2024, en octubre-noviembre de 2024, en esta ocasión con otro nombre (Rafael), esta vez con cámara en mano y con la actitud de documentar el estado en el que quedaría mi pueblo querido, salí a la calle después de una noche inquieta con vientos destructivos y un agua que amenazaba a inundación.

Back then, access to cameras was a luxury—you could only store in your mind the images captured by your eyes. Some impressed you deeply and stayed vivid, while others faded with time. And although twenty years may seem like nothing, they do take a toll on memory. For that reason, and many others, when I learned that history would repeat itself—this time in 2024, in October–November, under a different name (Rafael)—I took to the streets with a camera in hand and the determination to document the state in which my beloved town would be left. I stepped outside after a restless night of destructive winds and rain that threatened to flood everything.

Casa antigua de madera en la calle principal del Pueblo.

Volví a sentir algo de miedo: el viento fuerte soplando y arrancando las hojas de los arboles, las tejas que descuajaba del techo de una pequeña terraza y como las arrastraba por todo el techo de la casa, el crujido de troncos que se sentían caer, la fuerte vibración del suelo por la caída de algunas de las torres de luces que tenía el viejo estadio de pelota. Todo suponía desorden y destrucción, todo apuntaba que Mariel quedaría con menos de lo que había recuperado en esos veinte años. Solo queda esperar a que todo pasara, había que esperar al Sol (por lo menos su claridad) para que nos acompañara en la aventura fotográfica que venía.

I felt that fear again: the strong wind blowing, tearing leaves from the trees, ripping tiles from the roof of a small terrace and dragging them across the house’s rooftop. The cracking of falling trunks echoed, and the ground trembled with the collapse of some of the old stadium’s light towers. Everything signaled chaos and destruction—everything pointed to Mariel being left with even less than what it had managed to recover over those twenty years. All that was left was to wait for it to pass, to wait for the sun—or at least its light—to guide us through the photographic journey that lay ahead.

Estadio de Mariel, lugar clave para el deporte territorial en otros tiempos. (2024)

Imagen de una de las torres de iluminación caídas después del paso de Rafael. (2024)

Y así comenzó el inventario del desastre. Visitando el estadio que ya venia presentando signos de deterioro hace mucho tiempo y que iba llegando a su punto final. Esta vez solo quedó en pie una de sus torres, ya todo lo demás había pasado a la historia lo que en otrora fue un completo completo deportivo. También la cancha de básquet "Eloy Zapico", transformado en los últimos tiempos como sede de un evento deportivo local de futbol sala, donde todos los barrios se reunían para celebrar esa competición que alegraba la vida nocturna del pueblo.

And so began the inventory of disaster. I visited the stadium, which had long shown signs of deterioration and was now reaching its final chapter. This time, only one of its towers remained standing—everything else had become history, remnants of what was once a full-fledged sports complex. Also gone was the “Eloy Zapico” basketball court, which in recent years had been transformed into the venue for a local futsal tournament, where all the neighborhoods came together to celebrate a competition that brought joy to the town’s nightlife.

Cancha de Básquet donde se muestra la cerca perimetral caída después del paso de Rafael. (2024)

Cancha de Básquet donde se muestra la cerca perimetral caída después del paso de Rafael. (2024)

Por doquier se veía el estrago. Lo que demoró años para recuperar, bastó solo un día para que la naturaleza con su fuerza volviera hacer sus estragos, pero en la calle principal eran más evidentes las marcas del estropicio. Las calles atestadas de ramas caídas, las tejas esparcidas por todo el suelo, las personas como hormigas trabajando de un lado para otro con el objetivo de sanear sus hogares. Las calles se inundaron de escombros y allí permanecieron por días. Las hojas verdes se secaron y las ramas quedaron desnudas en el suelo esperando su recogida que demoró por varias semanas.

Destruction was everywhere. What had taken years to recover was undone in a single day by nature’s force. But on the main street, the marks of devastation were even more evident. The roads were clogged with fallen branches, tiles scattered across the ground, and people moving like ants—working tirelessly to clean up their homes. The streets flooded with debris, and it remained there for days. The green leaves dried out, and the bare branches lay on the ground, waiting to be collected—a task that took several weeks.

Calle Principal de Mariel después del paso de Rafael. (2024)

Calles de Mariel repletas de ramas de arboles caídas después del paso del huracán. (2024)

Todo dejaba un panorama desolador y triste, acompañada por la recuperación social de una pos-pandemia que no acababa de llegar. Casi que se podía respirar la angustia, pero solo quedaba un camino: avanzar hacia la normalización de la vida cotidiana, esperar que la limpieza y el orden volviera a reinar en las calles de mi querido pueblo.

Puede que las fotos no muestren nada de belleza, pero en realidad, en este caso solo cabía la descripción gráfica del desastre que se estaba viviendo. Esperemos que demore otros 20 años (realmente esperemos que más) en que la naturaleza se ensañe con Mariel y que permita que el pueblo retome sus bríos de antaño.

Everything painted a bleak and sorrowful landscape, compounded by a social recovery from a post-pandemic that had yet to truly arrive. You could almost breathe the anguish in the air. But there was only one path forward: to move toward the normalization of daily life, to hope that cleanliness and order would once again reign in the streets of my beloved town.

Perhaps the photos show no beauty—but in this case, they serve only to graphically describe the disaster we were living through. Let us hope it takes another twenty years (or even longer, truly) before nature unleashes its fury on Mariel again, and that it allows the town to regain the vitality it once had.

Imagen del monumento dedicado a las madres. Parque de Mariel (2024)


Detalles Técnicos 
Cámara: Canon EOS 80D
Lente: Sigma Art 18-35mm f/1.8 DC , Helio-44-2 58mm f/2, Canon EF 50mm f/1.4 USM, Canon EF-S 10-18 f/4.5-5.6 IS STM
Trípode: K&F Concept K254C2 

Texto traducido por Copilot / Translated by Copilot.



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Terrible panorama. Me recordó el paso del Ike en el 2008 que arrasó con todo, en Holguín modificó todo a su antojo. Buenas fotos, gracias por compartir.

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Así es amigo, el panorama que deja el paso de un huracán es desolador. Pero el único camino posible es levantarse y seguir adelante. Es común que Cuba sea azotada por ese tipo de tormentas y en cada lugar por el que pasa arrasa sin compasión.

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Vaya, sin dudas estas cosas demuestran que la naturaleza no se detiene por nada y puede ser devastadora en ocasiones.

Esperemos que demore otros 20 años (realmente esperemos que más) en que la naturaleza se ensañe con Mariel y que permita que el pueblo retome sus bríos de antaño.

También espero que retome, como bien dices, sus bríos de antaño.

!discovery

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Así es amigo. La naturaleza es bella pero también es implacable cuando desata sus fuerzas. Los huracanes son ejemplo de eso.

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