En tiempos de Tata Nigo
En tiempos donde Tata Nigo vivía en el valle de los ingenios, se decía que dentro de las grandes barracas había tinajas de barro donde los negros metían su agua de tomar. A veces los niños de la hacienda jugaban bromas a los esclavos ensuciando el agua. Aquella práctica era tan común que los negros le cogían odio a los hijos de sus amos, esos pequeños diablos blancos. ¿Pero cómo se metían en las barracas? A claro con la ayuda de las concubinas y criadas del señor, que por tal de reír la gracia permitían tal comportamiento. Sin embargo, los ñoños no se atrevían a entrar en los habitáculos de los esclavos enfermos, ni tampoco las criadas les permitían ensuciar el agua. Entonces corrían llorando a la casa porque se sentían molestos. - Papá, Mama Dolores no me dejó echar semillas en la tinaja Decían deseosos de que su gran padre les diera la razón o la oportunidad de ir a aquel barracón prohibido para hacer sus travesuras. Y no hubo tinaja que se salvase en aquel valle, siempre los traviesos metían hasta las patas llenas de fango en las vasijas y hasta llegaron a bañarse en ellas. Y los esclavos después del día duro de trabajo en el trapiche veían tal perversidad como un acto de guerra. Se cuenta que un día, cerca de la finca de don Paco el gallego, unos niños intentaron echar hojas secas en la vasija de un viejo negro mientras este dormía y al ver que dentro no había agua, sino un niño retorcido en el fondo ya pálido y maltrecho comenzaron a correr. - Capataz, allá por la finca de don Paco un negro metió a un niño en una vasija Y todos fueron a ver tal cosa, pero dentro solo había agua. Entonces las madres comenzaron a meterle miedo a los niños, para que se portasen bien. Puesto que aquella revelación atrajo hasta párrocos que creían que los negros de la zona estaban invocando fantasmas. - ¡Azucena! Ven a dormir mijita que te va a coger el viejo de la tinaja – gritaba siempre candelaria en las tardes cuando veía que la oscuridad asechaba su casa y la manigua. Y los niños dejaron de acercarse a las tinajas, y los hombres de iglesia dudaron de aquella historia un tiempo, hasta que otro día, día de las Mercedes, se desaparecieron doce niños en una ceiba de la plaza de Trinidad donde cerca había doce tinajas de barro. - Mama, yo vi al viejo, yo lo vi - Yo también Y en el pueblo se corrió la voz Hoy en día, aquellos que tienen vasijas tan antiguas en sus casas, aseguran que escuchan voces de niños, y que un negro aguador merodea las madrugadas en las casas de los niños que no se quieren dormir.
Tanto el texto como la fotografía son de mi autoría.
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Hehehe Esas tinajas son bien tipicas por aca.
Son de Camagüey aunque la historia se desarrolla en Trinidad