Sara. Shortstory

El 17 de octubre de 1982 Luis descubre que pronto morirá, su cuerpo poco a poco se había debilitado hasta llevarlo a perder la mitad de su peso. Justo un día antes de su muerte quiso sincerarse con su esposa Sara. Tenía la sospecha de que ella lo había dejado de amar o incluso que tenía un amante.

Amor, sabes que pronto moriré. Solo quiero que me respondas con toda sinceridad si ya no me amas.

Le preguntó con un tono serio, contrario a su personalidad juguetona que lo caracterizaba. La respuesta hubiera sido un balde de agua helada, de no ser que era lo esperado. Sara, sin titubear ni un poco le dijo que tenía mucho que ya no lo amaba, pero que lo respetaba mucho, porque había sido durante toda su vida un hombre amable y trabajador, sin embargo algo había cambiado en ella. El clásico no eres tú, soy yo, dolió un poco en el débil corazón de Luis.

Solo te voy a pedir un último favor

Le dijo el día de su muerte. Pero no alcanzó completar la frase en ese preciso momento Luis pasó a otra vida.

Al otro día por la mañana, se presentó en el sepelio vestida de blanco, como si de una novia se tratara. Todo mundo murmuraba pero no se atrevían a cuestionar nada pues sabían lo agresiva que se ponía en ocasiones. Sin embargo este día ella andaba muy tranquila y muy feliz como si se hubiera deshecho de una carga pesada. La actitud extremadamente amable de Luis la tenía fastidiada.

Pasaron un par de meses en los que pocas veces se le vio salir de su casa, hasta que un día dejó de pedir sus víveres en línea y se dispuso a ir al supermercado, ese mismo domingo fue al cine y disfrutó de un balde grande de palomitas y un refresco extra grande.

Cuál sería el último favor que le iba a pedir su marido, se preguntaba constantemente. Hasta que una tarde al salir de misa, justo el día que decidió confesarse, oyó una voz tan clara que no tuvo duda de lo que tenía que hacer.

Mátalos a todos.

La dulce voz de su esposo le suplicaba constantemente.

Nadie sabe exactamente de dónde sacó las armas o quién le enseñó a hacer bombas caseras, pero ese día, la calle donde vivía Sara se cubrió de fuego y llanto...

Al otro día por la mañana la policía aún buscaba los cuerpos y el paradero de Sara, pero lo único que encontraron en su casa fueron maniquís mutilados como si Sara imaginara que estuviera torturando a alguien. Se trataba de 57 figuras de mujer hechas de un plástico blando. Otra cosa que llamó la atención de los agentes fue la enorme cantidad de arañas que había por toda la casa que ese día habían decidido hacer sus nidos en prácticamente toda la colonia. Nadie reportó personas desaparecidas, tan solo daños materiales y la destrucción del busto de San Francisco de Asís en el atrio de la iglesia. De Sara jamás se volvió a saber nada.

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On October 17, 1982, Luis discovered he would soon die. His body had gradually weakened until he had lost half his weight. Just one day before his death, he wanted to be honest with his wife, Sara. He suspected she had stopped loving him or was even having an affair.

"My love, you know I'm going to die soon. I just want you to answer me honestly: do you still love me?"

He asked her in a serious tone, a stark contrast to his usual playful personality. The answer would have been a shock, had it not been what he expected. Without hesitating, Sara told him that she hadn't loved him for a long time, but that she respected him greatly because he had been a kind and hardworking man throughout his life. However, something had changed in her. The classic "it's not you, it's me" stung Luis's fragile heart.

"I'm only going to ask you one last favor,"

he told her on the day of his death. But she didn't finish the sentence; at that precise moment, Luis passed away.

The next morning, she arrived at the funeral dressed in white, like a bride. Everyone was whispering, but no one dared question anything, knowing how aggressive she could be at times. However, that day she was very calm and happy, as if she had been relieved of a heavy burden. Luis's overly kind attitude had annoyed her.

A couple of months passed, during which she was rarely seen leaving her house, until one day she stopped ordering her groceries online and went to the supermarket herself. That same Sunday, she went to the movies and enjoyed a large bucket of popcorn and an extra-large soda.

What would be the last favor her husband would ask of her, she constantly wondered. Until one afternoon, as she was leaving Mass—the very day she decided to go to confession—she heard a voice so clear that she knew exactly what to do.

Kill them all.

Her husband's sweet voice pleaded with her constantly.

No one knows exactly where she got the weapons or who taught her how to make homemade bombs, but that day, the street where Sara lived was covered in fire and tears...

The next morning, the police were still searching for the bodies and Sara's whereabouts, but the only thing they found in her house were mutilated mannequins, as if Sara had imagined she was torturing someone. There were 57 female figures made of soft plastic. Another thing that caught the officers' attention was the enormous number of spiders throughout the house; that day, they had decided to make their nests practically all over the neighborhood. No one reported missing persons, only property damage and the destruction of the bust of Saint Francis of Assisi in the church atrium. Sara was never heard from again.