Que tal amigos!

Les cuento que en medio de una lectura sobre un trabajo que realizaba de investigación sobre la gestión del agua, sentado en la sala de mi casa, con una lluvia intermitente que producía un sonido relajante, donde las gotas estaban golpeando los cristales de la ventana de la casa en una melodía tranquilizante. La tarde avanzaba y se desvanecía entre tonos de gris y ocres, apenas prestaba atención al mundo exterior. La quietud me invitaba a perderme en las palabras.

Entonces, sentí la presencia de un insecto que revoloteaba por la sala, al principio fue apenas una sombra que cruzó el rabillo de mi ojo, una inquietud en el aire que me obligó a levantar la mirada. Allí, en el marco de la ventana, reposando con una elegancia insólita, estaba ella: una mariposa nocturna.

La curiosidad me llevo a dejar la lectura e indagar en la red sobre quien era y halle que se trataba de una Dysschema, perteneciente a la familia Erebidae (ver: https://www.acguanacaste.ac.cr/biodiversidad/index.php#).

Sus alas, extendidas con una solemnidad propia de los seres que saben que son dueños de su espacio, mostraban patrones de colores que evocaban un arte enigmatico. Blancos, negros y anaranjados se mezclaban en una simetría hipnótica, como si en su forma llevara impresa la esencia de algo más antiguo que el tiempo.

Me quedé observándola, fascinado por la audacia de su aparición. No era común ver una de estas mariposas en casa, mucho menos en la sala, donde la penumbra apenas insinuaba el contorno de los objetos. Sin moverse, me dejaba examinar cada detalle de su anatomía: su cuerpo delgado y sus patas apenas perceptibles contra la ventana.

Inmediatamente, mi mente comenzó a elaborar teorías sobre su llegada. ¿Se habría refugiado de la lluvia? ¿O acaso mi lámpara de lectura la atrajo con su cálida luz amarilla? Fuera cual fuera la razón, su presencia transformó mi noche en algo distinto, en una pequeña aventura inesperada.

Las mariposas del género Dysschema son criaturas fascinantes, pertenecientes a la gran familia Erebidae, conocidas por sus vivos colores y su capacidad de confundirse con especies más llamativas para evitar depredadores. Son expertas en el arte del disfraz, en hacerse pasar por algo que no son para sobrevivir en un mundo donde cada sombra oculta una posible amenaza. (ver: https://www.acguanacaste.ac.cr/paginas-de-especies/insectos/288-erebidae/4045-i-dysschema-viuda-i-erebidae)

Me pregunté si ella, allí en mi casa, en mi sala, también jugaba su juego de apariencias. ¿Era consciente de su propia belleza, de su capacidad de hipnotizar con sus alas diseñadas por la evolución?

Me levanté con cuidado, intentando no alterar la quietud del momento. La Dysschema no se inmutó, permaneció inmóvil, soberana. Me acerqué lentamente, con la intención de verla más de cerca, de estudiar los patrones que recorrían su cuerpo como un mapa de secretos naturales.

Cuando apenas estaba a unos centímetros de distancia, finalmente reaccionó. Sus alas se desplegaron con un movimiento repentino, su cuerpo se elevó y trazó una línea errática por el aire. Giró alrededor de la lámpara, como si probara su capacidad de dominio en la sala, y luego, sin previo aviso, voló hacia la ventana.

Me apresuré a abrirla, la logre tomar y poso sobre mi mano. Afuera, la noche ya había tomado el cielo por completo y la lluvia continuaba su suave descenso. Y entonces, se fue después de haberle tomado varias fotos.

Desapareció en la oscuridad, llevándose consigo el misterio de su visita, dejándome con la sensación de que había sido elegido para presenciar un pequeño fragmento de su mundo.

Cerré el libro y miré la sala, ahora vacía, como si la mariposa hubiera transformado su espacio en algo diferente, en algo impregnado de una magia efímera. Me quedé allí, pensando en ella, en su elegante diseño, en su peculiaridad, en el breve instante que compartimos.

A veces, las maravillas llegan sin aviso, cruzan el umbral de lo cotidiano y nos obligan a detenernos, a observar, a rendir homenaje a los pequeños prodigios de la naturaleza.
Y así, en una noche lluviosa, mientras leía sobre gestión del agua, tuve el privilegio de recibir la visita de una que, aunque real, parecía sacada de un antiguo relato de fantasía.