Mayo, mes de las flores, mes de las novias, mes de las madres. Mi padre decía que su nombre viene dado por la diosa romana Maia, diosa de la fertilidad y la castidad.

Para mí, mayo representó un mes distinto, revelador en muchos sentidos. A veces quería llorar y salir huyendo, pero cuand veía la mirada dulce e inocente de mi hijo, todo lo malo se esfumaba como por arte de magia. El día de las madres compartí momentos bellísimos con mi niño, me regaló flores, me trajo el desayuno a la cama, me invitó a comer helados y estuvimos días enteros viendo series en Netflix. Pasamos días geniales.

También fuimos a la casita que mi hermana tiene en la montaña, una casa espectacular donde la neblina siempre fue la protagonista. Cuando salía al jadín de la casa, por momentos estaba despejado y un bonito sol brillaba en el cielo. Pero ya al minuto siguiente, la densa neblina se acercaba para arroparnos. Fue una delicia absoluta. Estuvimos allí durante un fin de semana completo. Era necesario después de haber tenido una semana muy complicada en casa.

Son estos los momentos que llenan nuestra alma, nos alimenta el espíritu y nos regala sonrisas de felicidad, de agradecimiento y de buena vibra. Yo que he pasado tantos meses encerrada, sin salir a menos que sea para comprar comida, medicina y artículos escolares, me hacía falta unos días como estos.

Por esto y mucho más que escapa de mis pensamientos en estos momentos, puedo decir que mayo fue un gran mes, fueron treinta y ún días muy interesantes, donde el aprendizaje jamás dejó de estar presente. Aprendizaje con lágrimas pero también con agradecimiento porque todo lo malo siempre trae algo bueno.