Not all the beach huts (toldos) were occupied. We walked quite a bit before finding a cool, shady spot where we could sit comfortably. We wanted to stay under the trees, where the breeze circulated more freely, making it much cooler.

On the beach, many local vendors were offering goods, along with artisans and even massage services. Tourists were quietly sitting on the sand or swimming in the sea. The blue of the water was intense, but what struck me most was how the breeze flowed through the area—it was unforgettable.

We rented a beach hut under the trees, along with six chairs, for about $30. The spot we chose was enchanting, with a stunning view of the sea. The whole scene was picture-perfect.

I usually enjoy walking barefoot on the sand—it brings vitality and good energy. The sand at Cay Playuela is incredibly fine and white. Just that, combined with the view, was enough to captivate me completely.

Soon after we arrived, several vendors approached us, and we bought fresh sea snails to eat. Yes, you read that right—we ate raw sea snails with lemon. In Venezuela, it’s common for vendors to sell snails and oysters in buckets on beaches and keys.

I’m someone who enjoys trying everything and experiencing the local gastronomy. At first, I thought it would feel strange, but I ate the snails calmly. They were delicious—truly exquisite. Combined with the view, it was a perfect moment.

I managed to eat two snails out of all the ones we bought. Later in the afternoon, the vendor returned and sold us half a bucket for $20.

After selling us the first batch, the snail vendor continued walking down the beach while I decided to explore the surroundings. The scene of empty beach huts scattered among the few trees was beautiful.

Like any good explorer, I ventured a bit closer to Playuelita. The sea there looked even more intense, with water of an extraordinary color. The way the sky and clouds blended seamlessly with the water was simply impeccable.

I’ve visited several beaches in Venezuela, but this cay stood out for the harmony between its sand, water, and sky. Everything was stunning—so much so that photos barely capture a fraction of its beauty.

Children were happily playing in the calm, shallow waters. I was amazed by how crystal-clear the sea was, with a deep, beautiful blue—one of my favorite colors, along with turquoise and white.

It was wonderful to see the children swimming so peacefully. The beach wasn’t deep, so they could play close to the shore without worry. The sea was calm, with no waves at all.

When I returned to where we had set up our things, I noticed some inflatable floats and water toys available for rent (though I didn’t ask the price). I also found it fascinating how the trees had grown on the cay, creating a small, picturesque corridor of shade.

I managed to capture a unique, beautiful photograph that looked like something out of a movie. The composition was flawless: the sea in the background, the hut, the shape of the tree, and the chairs—all together, a work of art.

This part of the cay offered one of the most beautiful views I have ever seen in my life. The scene was so perfect that it could only be appreciated in three different ways. Venezuela is stunning in every form and in every detail.

Naturally, I felt the urge to sit in that chair. Everything felt connected, and the space had an indescribable energy. The peace I experienced there was overwhelming—it truly recharged my spirit.

What I’ve shared here is just the beginning of an adventure that deeply marked my life. This is only the prelude to my story. This place gave me something unique: a deeper love for myself, a hundred times more love for my country, and the ability to enjoy every experience in a truly special way.

Cay Playuela and Playuelita are absolutely stunning. It’s a place you must see—not just because I’m Venezuelan, but because it’s a natural treasure in the heart of the Americas. Yes, right here in Morrocoy National Park, one of the most breathtaking and remarkable destinations in Venezuela.

Original content by @neruel. All rights reserved ©, 2024. Images: Samsung Galaxy A54. English translation and grammar correction: Chatgpt - DeepL - Languagetool.

SPANISH VERSION (click here!)

Cayo Playuela y Playuelita: Paraíso Azul en el Caribe Venezolano

El año pasado viajé a Cayo Playuela y Playuelita; estos son dos cayos en una de las islas que integran el parque nacional Morrocoy en Venezuela. Llegamos a la isla luego de varias horas de viaje en carro desde Barquisimeto y luego en la lancha desde la costa de Tucacas.

La forma más rápida para llegar a Cayo Playuela es en lancha; debes tener disponible más de 100 USD para pagar el traslado (las lanchas y yates lujosos no superan los 180 USD). En mi caso, viajé hasta Falcón: Tucacas se encuentra en este Estado federal.

Al llegar, lo primero que hicimos fue descender de las lanchas. Me pareció peculiar que hubiera muchas lanchas en el muelle. Mi tío se quedó en la lancha bajando las cosas que traíamos junto a uno de mis primos.

Antes de venir a Cayo Playuela decidimos cambiarnos. Todos teníamos ropa ligera y adecuada para la playa. Incluso, decidimos dejar los zapatos en el carro. El muelle no tenía mal olor, pero sí había muchos mosquitos. Recomiendo llevar repelente (nosotros no llevamos).

Lo primero que ves al entrar al cayo es un aviso que dice: Prohibidos animales domésticos. A este lugar no se puede llevar ningún tipo de mascotas. Es un parque con un tratamiento especial debido a las condiciones de isla semivirgen (creo que es de este modo, aunque dicen que es virgen: sin intervención humana).

Junto al aviso de prohibición de animales hay un aviso de bienvenida al parque nacional Morrocoy y al Cayo Playuela / Playuelita. El mismo aviso dice el nombre del consejo comunal que hizo el aviso. Estos avisos son muy usuales en todo el país; lo más agradable es que te invitan a percibir la belleza de la playa.

Debo resaltar que esta isla tiene varios cayos, pero desde el muelle solo se puede acceder a Cayo Playuela y Cayo Playuelita. La división de los cayos no se nota, pero es algo que existe y es característico del lugar.

Al entrar al interior del cayo me encontré con un cafetín y un aviso de pescado. Todo aquí es muy costoso. Se paga en efectivo, aunque puedes intentar hacer una transferencia, ya que la cobertura llega hasta el muelle. En el cafetín había una venta de collares hechos de materiales marinos.

Seguimos caminando buscando un espacio donde hubiera árboles y nos pudiéramos relajar. Es decir, un espacio donde pusiéramos las cosas y disfrutáramos de la playa tranquilamente.

En medio de Cayo Playuela había un baño. El diseño era peculiar; durante mi estadía y visita no entré. El diseño circular me recordó a los baños que hay en la bahía de Patanemo, en el estado Carabobo.

La vista del mar desde el cayo era impresionante. El color era hermoso y la gente estaba disfrutando de ello a su manera. El parque nacional Morrocoy es impresionante.

No todos los toldos en la playa estaban ocupados. Caminamos bastante para poder encontrar un lugar fresco donde pudiéramos sentarnos con tranquilidad. Queríamos estar bajo los árboles porque el viento circula mejor y era más fresco.

En la playa había muchos vendedores locales; también había artesanos y masajistas. Los turistas estaban sentados en la playa con tranquilidad y bañándose en el mar. El azul era intenso, pero lo más sorprendente es la manera en la que el viento circulaba. Todo era impactante.

Alquilamos un toldo debajo de los árboles junto a seis sillas (todo por unos 30 dólares). El lugar que escogimos fue encantador porque se veía la playa de manera impactante. La escena era preciosa.

Suelo caminar descalzo en la arena; eso trae vitalidad y buenas energías. La arena de Cayo Playuela es muy fina y blanca. Eso me pareció increíble; solo con esto y la vista ya estaba cautivado.

Al llegar, muchos vendedores se nos acercaron y compramos caracoles para comer. Sí, como estás leyendo, compramos caracoles y los comimos crudos con limón. En Venezuela es usual que vendan los caracoles y las ostras en tobos en las playas y cayos.

Soy una persona que apuesta por todo y disfruta de la gastronomía local. Al principio sentí que sería extraño, pero comí los caracoles con tranquilidad. Su sabor era demasiado bueno. Riquísimo, y con la vista toda una maravilla.

Logré comerme dos caracoles de todos los que compramos. El vendedor posteriormente pasó y nos vendió medio tobo por 20 USD (esto fue al final de la tarde).

El vendedor de los caracoles, luego de vendernos el primer lote de caracoles, siguió caminando el cayo; mientras tanto, yo decidí recorrer los alrededores. La escena de los toldos vacíos y la relación de los pocos árboles era preciosa.

Como todo buen explorador, me acerqué un poco a Playuelita. La vista del mar allí era más intensa y el color del agua era bella. El cielo y las nubes se unían con el color del agua de manera impecable.

He conocido algunas playas en Venezuela, pero este cayo me pareció fantástico por la belleza y su relación entre la arena, el agua y el cielo. Todo era precioso. Tan precioso que las imágenes son solo una pequeña muestra de su belleza.

Los niños se bañaban con total tranquilidad y disfrutaban el mar. Yo estaba impresionado porque el agua era tan cristalina y de un color azul hermoso (este color es uno de mis favoritos, junto al turquesa y el blanco).

Me encantó ver a los niños bañándose en el cayo. La playa no es profunda; por ende, los niños lo hacen cerca de la arena con total tranquilidad. No hay ningún tipo de olas; el mar es muy tranquilo.

Regresé al lugar donde estaban las cosas. Me encontré con algunas cosas para bañarse en la playa (esto lo alquilan; no pregunté el precio). Me pareció interesante cómo estos árboles crecieron en el cayo y generaban un pequeño corredor arborizado precioso.

Quiero destacar que tomé una fotografía única y preciosa. La fotografía parece de una película. Los elementos son impecables: el mar de fondo, el toldo, la forma del árbol y las sillas. Una preciosidad.

Esta parte del cayo tiene una de las vistas más preciosas que he visto en mi vida. La escena es tan impecable que solo puede apreciarse de tres maneras distintas. Venezuela es hermosa en todas sus formas y maneras.

Evidentemente, sentí la necesidad de sentarme en esa silla. Todo estaba conectado y el espacio tenía un poder indescriptible. La paz que se siente aquí es impresionante y recargas energías poderosamente.

Lo que te he contado en este post es apenas el inicio de una aventura que marcó mi vida. ¡Lo sé! Esto es el pequeño preámbulo de mi aventura. Este lugar me dejó algo único: amarme a mí mismo, amar 100 veces más a mi país y disfrutar cada experiencia de manera única.

Cayo Playuela y Playuelita son preciosas. Es un lugar que tú debes conocer; no lo digo por ser venezolano, sino porque es una joya de la naturaleza que está aquí en el corazón del continente americano. Sí, en el parque nacional Morrocoy, uno de los más impactantes y fantásticos de Venezuela.

Contenido original de @neruel. Todos los derechos reservados ©, 2024. Imágenes: Samsung Galaxy A54. Traducción al inglés y corrección gramatical: Chatgpt - DeepL - Languagetoo