Count Lombillo Palace: A Journey to the Customs of the Past [eng/esp]

Hello, fellow travelers! Today I want to share with you one of those places that have the magic of transporting you back in time. That's what I felt when I visited the Lombillo Palace, a hidden gem in the majestic heart of Old Havana.

My encounter with the palace began, as it could not have been otherwise: the Cathedral Plaza.

This corner of Havana is already magical, with the imposing San Cristóbal Cathedral and its vibrant energy. Upon arriving at the plaza, we were all amazed by such beauty, and like my first visit, we only had eyes for the cathedral and its plaza.

But on one side of it is the Lombillo Palace, with its history and well-kept secrets. That's why, on this visit, I dedicated myself to discovering it.

One of the first things that caught my attention, and which I later discovered, is the uniqueness of this palace's three entrances on different streets: the aforementioned one on Cathedral Square, another on Mercaderes Street, and yet another on Empedrado Street. This is a testament to its importance and strategic location in the social and commercial life of the colony. Each facade has its own character, but for me, the one facing the square is the most beautiful.

The palace, as we see it today, began construction in the 18th century, around 1741. Its name comes from one of its most famous owners, Don José Lombillo, a wealthy merchant who acquired and beautified it.

I paused for a moment before entering, admiring the details: its imposing stone facade with enormous columns, wide arches, the wooden ceiling, the windows with their wrought iron guards, and the lamps typical of the era. A large wooden gate welcomed me, and as I passed through, I felt the weight of history.

I was greeted by a charming interior courtyard, the heart of the colonial house, surrounded by columns and semicircular arches that create a beautiful play of light and shadow.

And then there are the distinctive and powerful staircases. One is wide, solid, and made of stone, elegantly leading you to the upper floor. The other, narrower and made entirely of precious wood, is a work of art!

The upper floor of the palace houses its museum: a collection that will dazzle any lover of history, art, and customs. The fine tableware used by the Cuban aristocracy of the 18th and 19th centuries is on display here.

As the guide spoke, I found it fascinating to learn that these families followed European customs, ordering their tableware directly from France, England, or Germany. Their value was so high that these pieces were not just objects of use, but a fundamental part of the family heritage, as important as a property or a jewel. Each family personalized their tableware by incorporating their coat of arms or initials.

They were so highly valued that, on special occasions, a single piece was often given to a guest of honor or on the occasion of an important event. Thus, many people began collecting these unique pieces, creating diverse and meaningful sets.

The Lombillo Palace now houses this vast collection. I paused before each display case, admiring the beauty of each plate, cup, or saucer, the delicacy of the porcelain, its patterns, and colors. Each piece was both unique and beautiful, telling its own silent story.

But the surprise doesn't end there. Alongside the tableware, there is a large and dazzling collection of 19th-century fans. The variety and exquisiteness of these accessories, true miniature works of art, is incredible. Some are crafted from the most exquisite materials: ivory, tortoiseshell, silk fabric, wallpaper, delicate lace, and ostrich feathers. Many are embellished with precious metals such as gold and silver. Each one was a symbol of elegance, coquetry, and social status.

Visiting the Lombillo Palace undoubtedly offers a double reward. The first and most obvious is the opportunity to enjoy its colonial architecture and design. Strolling through its rooms, around its courtyard, and climbing its stairs is a lesson in living history and a feast for the senses.

The second, equally valuable, is the opportunity to appreciate the valuable collectibles it houses. They allow us a glimpse into the intimate life, customs, and refinement of an era that defines much of Cuban identity.

The Lombillo Palace always awaits us with its three doors open for this delightful experience. I wholeheartedly recommend it.

Historical data was found on this site.

See you soon!

Palacio del Conde Lombillo: un viaje a las costumbres del pasado

Hola amigos viajeros! Hoy quiero compartir con ustedes uno de esos lugares que tienen la magia de transportarte hacia el pasado. Eso es lo que sentí al visitar el Palacio de Lombillo, una joya escondida en el majestuoso corazón de La Habana Vieja.

Mi encuentro con el palacio comenzó, como no podía ser de otra manera: la Plaza de la Catedral.

Este rincón de La Habana es ya de por sí mágico, con la imponente Catedral de San Cristóbal y su energía vibrante. Al llegar a la plaza, todos nos quedamos maravillados ante tanta belleza, y como me pasó a mí en una primera visita, solo tenemos ojos para la catedral y su plaza.

Pero en uno de sus costados, está el Palacio de Lombillo con su historia y sus secretos bien guardados. Por eso, en esta visita me dediqué a descubrirlo.

Una de las primeras cosas que me llamó la atención y que descubrí después es la singularidad de que este palacio tiene tres entradas por calles diferentes: la ya mencionada en la Plaza de la Catedral, otra en la calle Mercaderes y una más en la calle Empedrado. Esto es testimonio de su importancia y su estratégica ubicación en la vida social y comercial de la colonia. Cada fachada tiene su propio carácter, pero para mí, la que da a la plaza es la más hermosa.

El palacio, tal como lo vemos hoy, comenzó a construirse en el siglo XVIII, alrededor de 1741. Su nombre se debe a uno de sus propietarios más célebres, Don José Lombillo, un acaudalado comerciante que lo adquirió y embelleció.

Me detuve un momento antes de entrar, admirando los detalles: su imponente fachada de piedra con enormes columnas, amplios arcos, el techo de madera, las ventanas con sus protectores de hierro forjado y las lámparas típicas de la época. Un gran portón de madera me dio la bienvenida, al traspasarlo sentí el peso de la historia.

Me recibió un encantador patio interior, el corazón de la casa colonial, rodeado de columnas y arcos de medio punto que crean un juego de luces y sombras precioso.

Y luego, están las escaleras diferentes y poderosas. Una es ancha, sólida, hecha de piedra, que te lleva con elegancia a la planta superior. La otra, es más estrecha y está hecha de madera preciosa en su totalidad, es una obra de arte!

La planta superior del palacio alberga su museo: una colección que deslumbrará a cualquier amante de la historia, el arte y las costumbres. Aquí se expone la fina vajilla que utilizaba la aristocracia cubana de los siglos XVIII y XIX.

Mientras la guía hablaba me resultaba fascinante aprender que estas familias seguían las costumbres europeas, encargaban sus vajillas directamente a Francia, Inglaterra o Alemania. Su valor era tan alto que estas piezas no eran solo objetos de uso, sino parte fundamental de la herencia familiar, tan importante como una propiedad o una joya. Cada familia personalizaba su vajilla incorporando sus escudos o sus iniciales.

Eran tan apreciadas que, en ocasiones especiales, se solía obsequiar una pieza suelta a un invitado de honor o con motivo de un evento importante. Así, muchas personas comenzaron a coleccionar estas piezas únicas, creando conjuntos diversos y llenos de significado.

El Palacio de Lombillo reúne ahora esta vasta colección. Me detuve ante cada vitrina, admirando la belleza de cada plato, taza o salsera, la delicadeza de las porcelanas, sus dibujos y colores. Cada pieza era única y hermosa a la vez, contando su propia historia silenciosa.

Pero la sorpresa no termina ahí. Junto a las vajillas, se encuentra una amplia y deslumbrante colección de abanicos del siglo XIX. Es increíble la variedad y la exquisitez de estos accesorios, verdaderas obras de arte en miniatura. Los hay elaborados con los materiales más exquisitos: marfil, carey, tela sedosa, papel pintado, encajes delicados y plumas de avestruz. Muchos están enriquecidos con metales preciosos como el oro y la plata en sus adornos. Cada uno era un símbolo de elegancia, coquetería y estatus social.

Visitar el Palacio de Lombillo ofrece, sin duda, un doble premio. La primera y más evidente es la oportunidad de disfrutar de su arquitectura y diseño colonial. Pasear por sus salas, rodear su patio y subir sus escaleras es una lección de historia viva y un regalo para los sentidos.

La segunda, igual de valiosa, es la oportunidad de apreciar los valiosos objetos de colección que custodia. Nos permiten asomarnos a la vida íntima, a las costumbres y al refinamiento de una época que define gran parte de la identidad cubana.

El Palacio de Lombillo nos espera siempre con sus tres puertas abiertas para que vivamos esta grata experiencia. Te lo recomiendo de todo corazón.

¡Hasta pronto!