Hello friends, today I want to share with you a very peculiar visit to a mansion that transported me to Ecuador from my beloved Old Havana.

This is the Oswaldo Guayasamín House Museum, located at 111 Obrapia Street, where tribute is paid to this great Latin American artist. His work is characterized by depicting pain and injustice through his paintings and sculptures with great expressionism and vivid colors.

The house itself, an 18th-century colonial mansion, is already a prime work of art. Its restoration has restored much of its original beauty.

The first thing I notice is the serenity of the interior courtyard and its columns, that typical design of Spanish colonial houses that so characterizes Old Havana.

On the ground floor, the courtyard and side hallways, several works by the master Guayasamín are exhibited, those whose elongated figures and expressive gazes move you directly.

But we also see works by other artists in his honor. I paused in front of a stone carving of his famous work "The Violinist," a piece that captures the power and expression of his original painting in the rock.

The museum guide, with patience and evident affection for the place, took me on a journey not only through Guayasamín's life in this house, but also through the history of its walls. She told me that the restoration was a painstaking work, a collaboration between the City Historian's Office and the artist himself. One of the details that amazed me most was seeing how they revealed the original mural painting that existed beneath layers and layers of later paint.

As the guide explained, in colonial times it was a widespread custom to paint beautiful and elaborate designs directly on the walls, a kind of imitation or alternative to tiles, to bring life and color to the rooms. I liked seeing those fragments of the original paint, left intentionally exposed, although not uniformly. It's not a perfect wall, but it's authentic. It gives you a perfect idea of the splendor of this house.

The stained-glass windows, also restored with equal care, let in sunlight, coloring the room.

Going upstairs was like accessing the artist's innermost being. The dining room is located there, with furniture made of precious wood. The tableware on display is a sample of what was used in the house's heyday.

I liked learning about the history and customs of Ecuador through several typical objects that speak to its culture.

Then I visited his bedroom. It's spacious and serene, and a simple display case houses clothes that belonged to him. Seeing his jackets and shoes, something so personal in front of me, created a powerful familial connection. I could imagine him thinking about his new creations.

But what touched my heart the most, and what I believe defines the spirit of this place, is knowing that Casa Guayasamín is not a static museum. The guide told me that today it functions as a cultural center; it hosts conferences, concerts, and welcomes national and international artists.

And, most importantly, it maintains a wonderful work with the community, holding visual arts workshops for children. It seemed to me the best way to honor its legacy: to awaken creativity and sensitivity in the new generations.

I left the house very satisfied to have explored it. It's not the largest or most ostentatious museum in Havana, but it is one of the most authentic and full of soul. If you pass through Old Havana, be sure to visit it. It's an experience that, I'm sure, will also touch your soul.

See you soon!

Un rincón de Ecuador en La Habana: Casa Guayasamin

Hola amigos, hoy quiero compartir con ustedes una visita muy peculiar a una casona que me transportó a Ecuador desde mi querida Habana Vieja.

Se trata de la Casa Museo Oswaldo Guayasamín, ubicada en la calle Obrapia #111, donde se le rinde homenaje a ese gran artista latinoamericano. Su obra se caracteriza por mostrar el dolor y la injusticia a través de sus pinturas y esculturas con gran expresionismo y colores vivos.

La casa en sí, una casona colonial del siglo XVIII que perteneció a la familia Peñalver, es ya una primera obra de arte. Su restauración le devolvió gran parte de su belleza original.

Lo primero que percibo es la serenidad de un patio interior y sus columnas, ese diseño típico de las casas coloniales españolas que tanto caracteriza a La Habana Vieja.

En la planta baja, el patio y los pasillos laterales, se exponen varias obras del maestro Guayasamín, esas que con sus figuras alargadas y sus miradas expresivas te conmueven directamente.

Pero también vemos obras de otros artistas en su honor. Me detuve especialmente frente a una talla en piedra de su famosa obra "El Violinista", una pieza que capta en la roca la fuerza y expresión de su pintura original.

La guía del museo con paciencia y evidente cariño por el lugar, me hizo viajar no solo por la vida de Guayasamín en esta casa, sino también por la historia misma de sus paredes. Me contó que la restauración fue un trabajo minucioso, una colaboración entre la Oficina del Historiador de la Ciudad y el propio artista. Uno de los detalles que más me maravilló fue ver cómo develaron la pintura mural original que existía debajo de capas y capas de pintura posterior.

Como me explicó la guía, en la época colonial era una costumbre muy extendida pintar diseños bellos y elaborados directamente en las paredes, una especie de imitación o alternativa a los azulejos, para darle vida y color a las estancias. Me gustó ver esos fragmentos de pintura original, dejados a propósito al descubierto, aunque no de manera uniforme. No es una pared perfecta, pero es auténtica. Te da la idea exacta de cómo fue el esplendor de esta casa.
Los vitrales de colores, también fueron restaurados con igual esmero, dejan pasar la luz del sol coloreando la habitación.

Subir a la planta superior fue como acceder a la intimidad del artista. Ahí está el comedor, con muebles de maderas preciosas. La vajilla que se expone es una muestra de la que se usaba en la época de esplendor de la vivienda.

Me gustó que aprendí sobre historia y costumbres de Ecuador a través de varios objetos típicos que habla de su cultura.

Luego visité su dormitorio, es amplio, sereno, y en un escaparate se exhibe con sencillez ropa que le perteneció. Ver sus chaquetas y zapatos, algo tan personal frente a mí, generó una conexión familiar poderosa. Me lo pude imaginar pensando en sus nuevas creaciones.

Pero lo que más me llegó al corazón, y que creo que define el espíritu de este lugar, es saber que la Casa Guayasamín no es un museo estático. La guía me comentó que hoy funciona como un centro cultural; se realizan conferencias, conciertos y se acoge a artistas nacionales e internacionales.

Y, lo más importante, mantiene un precioso trabajo con la comunidad, realizando talleres de artes plásticas para niños. Me pareció la mejor manera de honrar su legado: despertar la creatividad y la sensibilidad en las nuevas generaciones.

Salí de la casa muy satisfecha de conocerla. No es el museo más grande ni el más ostentoso de La Habana, pero es uno de los más auténticos y con mucha alma. Si pasas por La Habana Vieja, no dejes de visitarlo. Es una experiencia que, estoy segura, también te tocará el alma.

¡Hasta pronto!