My Actifit Report Card: June 4 2025

Hoy fue un día largo, pero satisfactorio. Desde el momento en que abrí los ojos, supe que tendría una jornada exigente, llena de estudios, aprendizaje y un ritmo constante que apenas me daría espacio para respirar. Pero aun así, me levanté con energía, dispuesto a afrontarlo como se debe.

Lo primero fue prepararme un desayuno que me diera fuerzas para el día. Opté por unas arepas bien cargadas, porque nada mejor que empezar con algo nutritivo y delicioso. Mientras desayunaba, mi novia y yo conversábamos sobre lo que cada uno tenía por hacer hoy. Curiosamente, ella también tenía algunas diligencias que atender cerca de la universidad, así que decidimos salir juntos. No hay nada mejor que compartir el trayecto con alguien que hace la rutina más amena.

El camino fue tranquilo, con ese aire fresco de la mañana que siempre ayuda a despejar la mente antes de enfrentar el día. Entre charlas y risas, llegamos a nuestro destino, y fue ahí donde nos separamos por unas horas. Mientras ella cumplía con sus responsabilidades, yo me sumergía en mis clases, repasando temas, tomando notas y preparándome para el pequeño examen que tenía programado. Afortunadamente, no fue nada complicado. Me sentí confiado al responder cada pregunta, como si todo lo estudiado hubiera encajado perfectamente en mi cabeza. Ese tipo de momentos son gratificantes, cuando notas que el esfuerzo realmente rinde frutos.

Sin embargo, la jornada universitaria no solo es de exámenes y apuntes, también está el desgaste físico y mental. Al salir, sentí ese agotamiento que suele venir tras un día lleno de aprendizaje, como si mi cuerpo estuviera exigiendo un descanso inmediato. Pero el cansancio no era lo único en mi mente: también tenía hambre. Y aquí fue donde mi novia me salvó la vida. Por suerte, ella tenía un poco de dinero, suficiente para que fuéramos a almorzar juntos. Decidimos ir por arroz chino, uno de los mejores que venden en la zona, y realmente valió la pena. Ese tipo de comidas, bien servidas y con sabor auténtico, hacen que cualquier jornada pesada se sienta menos agotadora.

Mientras almorzábamos, nos dimos un momento para desconectar, para compartir una charla relajada sin pensar en estudios, trabajo o responsabilidades. Fue un respiro necesario, una pausa que nos permitió recuperar fuerzas antes de regresar a casa.

Al llegar en la noche, el cansancio nos golpeó por completo. No había espacio para más actividades, solo para el descanso que ambos necesitábamos. Nos acomodamos, dejamos que el día terminara en paz, y simplemente disfrutamos del hecho de haber cumplido con nuestras responsabilidades. A veces, estos días ajetreados tienen su propio encanto, porque nos recuerdan lo mucho que nos esforzamos y lo gratificante que es llegar al final de la jornada con una sensación de logro.

Hoy fue un día lleno de movimiento, de aprendizaje y de momentos compartidos. A pesar del agotamiento, me quedo con la satisfacción de haber avanzado, de haber dado un paso más en todo lo que me propongo. Mañana será otro día, otra oportunidad para seguir adelante.