[ENG-SPN] Time and entelechy / Tiempo y entelequia

You may not believe it, but it could be the case - that there is something called the law of probabilities - that sometimes that entelechy we call time - understood, in its sense of conjecture or speculation - signs a treaty of respect and non-aggression with certain places, whether or not there are precipices, mountains and mists in the way, as if it wanted, for some reason that escapes us, that the men of the future would have the opportunity -at least, enjoying their vacations- to contemplate themselves. in the mirrors of the past - let the metaphors adorn the present disquisitions, in the same way that the flower frames adorned the representations of the Holy Family in the spectacular works of the main Flemish artists of the 15th and 16th centuries - and rediscover or at least feel again that passionate longing for those lifestyles, which are gradually being lost, but which, deep down, as if immersed in the hypothetical labyrinths of what you describe, as Eliade, they called 'the eternal return', we would like to return.

Towns and places that, even invaded by a tourism that absorbs everything, that pokes its nose into everything, even if it is to allow themselves the luxury of sniffing a journey through unknown traditions that encourage and enrich their own memories, continue to offer, like honey that not only attracts flies, but also bears, that lucid magnetism, of which it could well be said, paraphrasing that great poet, who was Gabriel Celaya, who in the end, both beauty and picturesqueness, like good poetry, continue and will continue to be weapons loaded with the future.

Puede que no lo crean, pero pudiera darse el caso -que por algo existe eso que se llama ley de las probabilidades- de que a veces esa entelequia que llamamos tiempo -entiéndase, en su sentido de conjetura o especulación- firme un tratado de respeto y no agresión con determinados lugares, haya o no precipicios, montañas y neblinas de por medio, como si pretendiera, por alguna razón que se nos escapa, que los hombres del futuro tuvieran la oportunidad -siquiera sea, disfrutando de sus vacaciones- de contemplarse en los espejos del pasado -dejemos que las metáforas adornen las presentes disquisiciones, de la misma manera que los marcos de flores adornaban las representaciones de la Sagrada Familia en las espectaculares obras de los principales artistas flamencos de los siglos XV y XVI- y redescubrir o cuando menos, volver a sentir esa pasional añoranza, por esos estilos de vida, que se van perdiendo, pero a los que, en el fondo, como inmersos en los hipotéticos laberintos de lo que hermeneutas, como Eliade, denominaban ‘el eterno retorno’, nos gustaría regresar.

Pueblos y lugares, que, aun invadidos por un turismo que todo lo absorbe, que todo lo curiosea y que en todo mete la nariz, siquiera sea para permitirse el lujo de esnifar un viaje por tradiciones desconocidas que animen y enriquezcan sus propios recuerdos, continúan ofreciendo, como la miel que no sólo atrae a la mosca, sino también al oso, ese lúcido magnetismo, del que bien podría decirse, parafraseando a aquel grandísimo poeta, que fue Gabriel Celaya, que al final, tanto la belleza, como el pintoresquismo, al igual que una buena poesía, continúan y continuarán siendo, armas cargadas de futuro.

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