[ENG-SPN] The almond tree and the joy of living / El almendro y la alegría de vivir

Early risers and in their own way, timely indicators of those genuine life cycles that bid farewell to one season, to announce the arrival of a new one, the almond trees, with the capricious beauty of their blossoms, proclaim to us the imminent departure of winter, becoming heralds of the proximity of a spring, which, surely, will stir our desires, shaking off, like dandruff from our shoulders, that bucolic anxiety with which the cold confined us at home. Rainy days will come, which will also bring the seeds out of their lethargy, and pleasant sunny days, whose fiery rays will seduce them, until forcing them to raise their heads above the ground, turned into a wonderful flower. The banks, until then, lonely and melancholic in the ghostly parks, will once again feel accompanied, sharing, like cunning matchmakers, a thousand and one stories that, if someone ever had the audacity to compile them in a book, would make anyone blanch with envy. the witty Scheherazade and her fantastic stories. It is not surprising, therefore, that the almond tree is an idealized tree in many cultures, because, in a beautiful way, it always reminds us of something fundamental: the joy of living.

Madrugadores y a su modo, indicadores oportunos de esos genuinos ciclos vitales que despiden a una estación, para anunciar la llegada de otra nueva, los almendros, con la casquivana belleza de su flor, nos proclaman la inminente partida del invierno, convirtiéndose en pregoneros de la proximidad de una primavera, que, a buen seguro, agitará nuestros deseos, sacudiéndonos, como la caspa de los hombros, esa bucólica ansiedad con la que el frío nos recluía en casa. Vendrán días de lluvia, que sacarán también a las semillas de su letargo y agradables días de sol, cuyos ardientes rayos las seducirán, hasta obligarlas a asomar la cabeza por encima de la tierra, convertidas en maravillosa flor. Los bancos, hasta entonces, solitarios y melancólicos en los fantasmales parques, volverán a sentirse acompañados, compartiendo, cual astutas celestinas, mil y una historias, que, si alguna vez alguien tuviera la osadía de recopilarlas en un libro, harían empalidecer de envidia a la ingeniosa Scherezade y sus fantásticas historias. No es de extrañar, por tanto, que el almendro sea un árbol idealizado en muchas culturas, pues, de una hermosa manera, nos recuerda siempre algo fundamental: la alegría de vivir.

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