[ENG-SPN] Ghostly Surrealism at the Lázaro Galdiano Museum / Surrealismo fantasmal en el Museo Lázaro Galdiano

Life, if we stop to think about it for a moment, can be reduced, at least in a simplistic way, to an unusual succession of details, many of which, of course, belong to that infinite universe that was particularly active until well into the twentieth century, that 'enfant terrible' of History, which, of course, we can fairly assume was the 20th century: Surrealism.

Not only ghosts, which, like the Galician witches, are supposed to exist, were a breeding ground for the curiosity of great geniuses of surrealist art, such as Salvador Dalí, but they are also often present, even during the day, in the most unexpected places and also in those places that, without having the charisma of old haunted mansions, are often dwellings where time and nostalgia imprint a special suitability for them to have a suitable habitat: museums.

It's surprising that, in places like the Lázaro Galdiano Museum in Madrid, one feels not only haunted by the persecutory gaze of a series of characters, who, skillfully captured under the kaleidoscopic descriptions of Santiago de la Vorágine, affect the viewer's mood, but that this can also be finished off later when, unaware of what they will find in the next room, they unexpectedly encounter a legion of neoclassical ghosts, fiercely escorted by those symbols of feudal power, which, like castles, were also the armor that constituted the defense of their knights.

La vida, si nos detenemos un momento a pensarlo, puede que se reduzca, al menos de una manera simplicista, a una insólita sucesión de detalles, muchos de los cuales, pertenecientes, desde luego, a ese infinito universo que estuvo particularmente activo hasta bien terciado ese ‘enfant terrible’ de la Historia, que, desde luego, podemos suponer con justicia que fue el siglo XX: el Surrealismo.

No sólo los fantasmas, que, al igual que suponen en Galicia con las brujas, ‘haberlos, hailos’, fueron caldo de cultivo en el que alguna vez se inmiscuyó la curiosidad de grandes genios de la plástica surrealista, como Salvador Dalí, sino, que, además, de alguna manera, suelen estar presentes, incluso de día, en los lugares más insospechados y también en aquellos otros, que, sin tener el carisma de las viejas mansiones encantadas, suelen ser habitáculos, donde el tiempo y las nostalgia imprime una especial idoneidad para que estos tengan un adecuado hábitat: los museos.

No deja de ser sorprendente, que, en lugares como el Museo Lázaro Galdiano, de Madrid, uno se sienta no sólo perseguido por las miradas persecutorias de una serie de personajes, los cuales, hábilmente plasmados bajo las caleidoscópicas descripciones de Santiago de la Vorágine, afecten el ánimo del espectador, sino, que, además, este se puede ver finiquitado más adelante, cuando, sin sospechar lo que se va a encontrar en el cuarto siguiente, se topa, inesperadamente con una legión de fantasmas neoclasicistas, férreamente escoltados por esos símbolos del poder feudal, que, como los castillos, fueron también las armaduras que constituían la defensa de sus caballeros.

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