[ENG-SPN] Almazán and the enigma of Tirso de Molina's tomb / Almazán y el enigma de la tumba de Tirso de Molina

There is sufficient documentation to support the idea that one of the greatest playwrights of the so-called Spanish Golden Age—who, like Quevedo, also has a dedicated station on the Madrid Metro—Tirso de Molina ended his days, just like King Pedro I the Cruel, in a beautiful medieval town in the media-friendly and Numantian region of Soria. The name, Almazán, should be included among those must-visit places in Spain, at least once in your life.

Confined to the convent of La Merced, where he voluntarily retired, possibly foreseeing, like Frodo, the mythical character from the fabulous saga entitled "The Lord of the Rings," that his life's dream, as his counterpart Calderón de la Barca would say, was coming to an end and he would soon board the Machado-style ship that will never return, the place where his remains rest constitutes another of the cultural enigmas of this beautiful town nestled on the banks of a charismatic river, the Duero, which, some thirty kilometers earlier, bids farewell to the capital of Soria in that famous crossbow curve it traces as it leaves behind Mount of Saint Anne, the hermitage of Saint Saturius, and the Lovers' Walk, the bark of whose poplars, incidentally, still preserve those numbers that are dates and those initials that are names.

Like the enigma of the final resting place of other important figures in history, such as the Muslim leader Almanzor, linked to the Soria town of Medinaceli and also to one of the charming villages of the Land of Berlanga, Bordecorex, the unknown final resting place of Tirso de Molina constitutes another added attraction to a city, Almazán, which also boasts, in its Church of Saint Michael, one of the great and astonishing examples of Romanesque architecture in Spain. On its dome, one can see a truly exceptional tracery, in the shape of an eight-pointed star of Mudejar origin.

Existe suficiente documentación que avala que uno de los más grandes dramaturgos del denominado Siglo de Oro español, que incluso, como Quevedo, cuenta también con una estación dedicada en el Metro de Madrid, Tirso de Molina, terminó sus días igual que el rey Pedro I el Cruel, en una hermosa villa medieval de la Soria mediática y numantina, cuyo nombre, Almazán, debería de figurar entre esos lugares imprescindibles de España que visitar, al menos una vez en la vida.

Recluido en el convento de la Merced, a donde se retiró voluntariamente, posiblemente previendo, como Frodo, el mítico personaje de la fabulosa saga que lleva por título ‘El Señor de los Anillos’, que el sueño de su vida, como diría su homólogo, Calderón de la Barca, llegaba a su fin y no tardaría en embarcar en la machadiana nave que no ha de tornar, el lugar donde reposan sus restos, constituye otro de los enigmas culturales de esta hermosa villa asentada a la vera de un río carismático, el Duero, que, una treintena de kilómetros antes, se despide de la capital soriana en esa famosa curva de ballesta que traza cuando deja atrás el Monte de Santa Ana, la ermita de San Saturio y el Paseo de los Enamorados, la corteza de cuyos álamos, dicho sea de paso, conservan todavía esos números que son fechas y esas iniciales que son nombres.

Como el enigma del lugar de reposo de otros personajes relevantes de la Historia, tales como el caudillo musulmán Almanzor, relacionado con la villa soriana de Medinaceli y además, con uno de los encantadores pueblos de la Tierra de Berlanga, Bordecorex, el ignoto lugar de reposo de los restos mortales de Tirso de Molina, constituye otro aliciente añadido a una ciudad, Almazán, que posee, además, en su iglesia de San Miguel, uno de los grandes y asombrosos representantes de la arquitectura románica en España, en cuyo cimborrio, se aprecia una tracería, con forma de estrella de ocho puntas, de origen mudéjar, realmente excepcional.

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