¡Oh, Madre Naturaleza! / Oh, Mother Nature!

25 kilómetros caminamos hasta subir las montañas que forman parte del pie de monte andino, en Venezuela, entramos por una de las vías que conduce hacia El Buey, un pueblo ubicado en el municipio Sucre del estado Portuguesa; la mañana estuvo lluviosa, pero eso no nos impidió que alcanzáramos la loma más pronunciada.

No sé a cuántos metros sobre el nivel del mar estuvimos, pero sí que desde las alturas el mundo se ve de otra manera, no más bonito, ni mejor, sino con las perspectiva más amplia para ver las cosas, los horizontes se ensanchan y el panorama facilita el encantamiento, el asombro, la meditación; en las montañas el aire es puro, el verde entusiasma, los miradores invitan y la sencillez de la naturaleza te parece mágica, especial; con esas maravillas tienes para vivir un buen tiempo en el regocijo espiritual.

No sólo hicimos el primer tramo caminando con la brisa y la frescura de la llovizna, es que disfrutamos de una vegetación montañosa, atravesamos un par de quebradas, jugamos a identificar árboles y semillas y tuvimos la dicha de encontrarnos con un samán de tallo descomunal, se necesitaron catorce mujeres para rodearlo; un árbol así no podía pasar desapercibido, su belleza, su imponencia, su ramaje, el techo vegetal que hacía al desplegarse al cielo era una verdadera obra de la naturaleza.

El resto de la montaña siguió siendo belleza, los paisajes, las casas y su gente, la brisa, el rumor del río, el sol que metía sus ojos por la enramada para fisgonear nuestros pasos; en definitiva no hay camino que no tenga su encanto y mientras se pueda hay que disfrutarlo porque cuando la selva se vuelve de concreto el alma pierde espacios para la paz y la tranquilidad.