Hoy llegué del trabajo más cansada que de costumbre. De esos días en los que el cuerpo pesa, la mente va a mil y uno siente que lo único que quiere es llegar a casa, quitarse los zapatos y olvidarse del mundo.
Pero apenas pasé el portón estaba en la ventana mi pequeña: Chiqui.

Con esas orejitas curiosas, su mirada que siempre parece decir “¡por fin llegaste!” y esa lengüita asomándose como si no pudiera contener la emoción. Me miraba desde la ventana como si fuera la heroína que vuelve después de una larga aventura.
Es increíble cómo un ser tan pequeño puede hacerte olvidar todo lo malo del día en un segundo. No importa si me dolía la cabeza, si el trabajo fue difícil o si el calor me tenía al borde de la locura… Chiqui estaba ahí, dándome la bienvenida más sincera y feliz del mundo.

Y es que para ella, yo no soy la que viene agotada ni la que se queja del tráfico. Para ella, soy simplemente su persona favorita, la que siempre espera con emoción y alegría pura.
A veces pienso que los perros son maestros disfrazados de peludos: nos enseñan a vivir el presente, a emocionarnos con las cosas más simples y a demostrar cariño sin reservas.
Hoy ella me recordó que llegar a casa no es solo cerrar la puerta detrás de mí… es abrir el corazón y llenarlo con amor genuino.

Así que aquí estoy, escribiendo esto mientras ella me mira, esperando que me siente para subirse encima y dormirse feliz. Y yo, por supuesto, feliz también.
Gracias, Chiqui, por recordarme que siempre hay algo (o alguien) bonito esperándonos al final del día.

English Version

Today I got home from work more tired than usual. One of those days when your body feels heavy, your mind is racing, and all you want is to get home, take off your shoes, and forget about the world.
But as soon as I walked through the gate, there she was at the window: my little one, Chiqui.

With those curious little ears, that look that always seems to say “you’re finally home!” and that tiny tongue sticking out as if she just couldn’t hold in her excitement. She looked at me from the window as if I were a hero returning from a long adventure.
It’s incredible how such a small being can make you forget all the bad parts of your day in a second. It doesn’t matter if I had a headache, if work was tough, or if the heat almost drove me crazy… Chiqui was there, giving me the most genuine and happiest welcome in the world.

And to her, I’m not the exhausted one or the one who complains about traffic. To her, I’m simply her favorite person, the one she always waits for with pure joy and excitement.
Sometimes I think dogs are really furry little teachers: they show us how to live in the moment, get excited about the simplest things, and express love without holding back.
Today she reminded me that coming home isn’t just about closing the door behind me… it’s about opening my heart and filling it with genuine love.

So here I am, writing this while she looks at me, waiting for me to sit down so she can climb onto my lap and fall asleep happily. And me, of course, happy too.
Thank you, Chiqui, for reminding me that there’s always something (or someone) beautiful waiting for us at the end of the day.

Source:

All the photos are taken and edited by me on Snapseed.
English is not my native language, I apologize if you find any mistakes in the translation.
Translated with DeepL.com (free version)

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