Ayer mi mamá y yo nos dimos un gusto que últimamente parece todo un lujo: ¡comer helado! En una ciudad donde encontrar un buen helado, con sabor real y a buen precio, es casi un milagro, decidimos lanzarnos a la aventura cuando recordé que había visto la promoción de una nueva heladería. El lugar es pequeño, casi escondido, pero tiene ese aire acogedor que te invita a entrar sin pensarlo dos veces.

Desde que cruzamos la puerta nos recibió una sonrisa cálida y una atención que se sintió como un abrazo. Nos explicaron el menú con paciencia y amabilidad, y al mirar los precios… ¡sorpresa! Eran más que razonables, algo poco común en estos tiempos donde todo cuesta más de lo que debería.

Pedimos el combo que más nos llamó la atención: tres bolas de helado de chocolate con leche condensada por encima, galletas, donas y una cuña de flan. Sí, así como suena, una bomba de dulzura. Pero qué delicia. No sé si fue el contraste del frío con lo suave del flan, o si fue simplemente el momento compartido, pero todo sabía a gloria.

Había más opciones tentadoras en el menú, pero honestamente quedamos tan satisfechas que preferimos guardar ese antojo para otra visita. Porque sí, definitivamente vamos a volver.
Y es que más allá del postre, lo que realmente hizo especial la tarde fue el trato que recibimos. La dependiente, con su sonrisa sincera, y el dueño, que se acercó a preguntarnos si todo estaba bien, lograron que no solo comiéramos rico, sino que nos sintiéramos bienvenidas.

En estos tiempos donde la calidad y el buen servicio escasean, encontrar un lugar donde todavía se atiende con el corazón... eso sí que no tiene precio.

English Version

Yesterday, my mom and I treated ourselves to something that lately feels like a luxury: ice cream!
In a city where finding good ice cream—with real flavor and at a decent price is almost a miracle, we decided to go on an adventure when I remembered seeing a promotion for a new ice cream shop. The place is small, almost hidden, but it has that cozy vibe that invites you in without a second thought.

From the moment we stepped in, we were greeted with a warm smile and service that felt like a hug. They explained the menu to us with patience and kindness, and when we looked at the prices… surprise! They were more than reasonable, something rare these days when everything seems to cost more than it should.

We ordered the combo that caught our eye the most: three scoops of chocolate ice cream topped with condensed milk, cookies, donuts, and a slice of flan. Yes, just as it sounds a sweetness bomb. But what a delight. I don’t know if it was the contrast between the cold and the softness of the flan, or simply the moment we were sharing, but everything tasted like heaven.

There were more tempting options on the menu, but honestly, we were so satisfied that we decided to save those cravings for another visit. Because yes—we’re definitely coming back.
And beyond the dessert, what truly made the afternoon special was the way we were treated. The attendant, with her genuine smile, and the owner, who came over to ask if everything was okay, made sure we didn’t just enjoy the food, but felt genuinely welcome.

In times like these, when quality and good service are so rare, finding a place where people still serve with heart… that truly is priceless.

Source:

The cover was made on Polish.

All the photos are taken and edited by me on Snapseed.

English is not my native language, I apologize if you find any mistakes in the translation.

Translated with DeepL.com (free version)

---

For the best experience view this post on Liketu