Hoy no fue una tarde cualquiera en el gimnasio. De hecho, fue una de esas que te dejan un nudo en la garganta y muchas preguntas dando vueltas en la cabeza.

Después de mucho pensarlo (y de que mi bolsillo hablara más fuerte que mi corazón), tuve que dejar el gimnasio donde entrené durante tanto tiempo. El dueño volvió a subir el precio… y esta vez, el monto simplemente se fue por encima de la mitad de mi salario. No podía seguir ahí, aunque me doliera. Y me dolió.

Así que hoy empecé en el Gym 26. Todo nuevo. Todo distinto. Todo raro.

No voy a mentir: me sentía como un pez fuera del agua. Ese tipo de incomodidad que te hace mirar el reloj cada cinco minutos y preguntarte si de verdad vas a aguantar todo el entrenamiento así. Sin tu espacio habitual. Sin esos entrenadores que ya sabían lo que te costaba cada sentadilla. Sin ese rincón donde siempre calentabas en paz.

Hoy entrené sola. Sin entrenador. Apostando a lo que he aprendido en todo este tiempo. Y aunque sé que tengo los conocimientos, en este nuevo lugar las reglas son diferentes. Si no tienes entrenador, no tienes acceso directo a ciertos equipos… Y eso te limita. Te empuja. Te frustra un poco.

Pero no todo es gris.

Una cosa buena —muy buena— es que este gimnasio está apenas a 200 metros de mi casa. Sí, eso significa que puedo llegar en dos canciones de reguetón, o una caminata con la mente perdida. Y eso, en un país donde a veces todo cuesta el doble, es un regalo.

Hoy no fue un gran día. Pero fue un día valiente.

Y a veces eso es suficiente.

No sé si me quedaré en este nuevo gimnasio por mucho tiempo. Pero hoy di el primer paso. Y aunque me haya dolido, también me hizo más fuerte. Como esos ejercicios que queman, pero te hacen crecer.

Porque así es la vida: a veces hay que despedirse de lo que nos gusta, para seguir caminando hacia lo que necesitamos.

English Version

Today wasn’t just another afternoon at the gym. In fact, it was one of those that leaves a lump in your throat and a bunch of questions spinning in your head.

After giving it a lot of thought (and letting my wallet speak louder than my heart), I had to leave the gym where I had trained for so long. The owner raised the price again… and this time, the amount went well over half of my salary. I couldn’t keep going there, even if it hurt. And it did hurt.

So today, I started at Gym 26. Everything new. Everything different. Everything strange.

I’m not going to lie: I felt like a fish out of water. That kind of discomfort that makes you check the clock every five minutes and wonder if you’re really going to make it through the workout like that. Without your usual space. Without those trainers who already knew how much effort each squat cost you. Without that quiet corner where you always warmed up in peace.

Today, I trained alone. No trainer. Relying on what I’ve learned throughout this journey. And even though I know I’m capable, in this new place the rules are different. If you don’t have a trainer, you don’t get direct access to certain equipment… And that limits you. It pushes you. It frustrates you a bit.

But not everything is gloomy.

One good thing —a very good thing— is that this gym is just 200 meters from my house. Yes, that means I can get there in two reggaeton songs, or with a mind-wandering walk. And in a country where everything often costs twice as much, that feels like a gift.

Today wasn’t a great day. But it was a brave one.

And sometimes, that’s enough.

I don’t know if I’ll stay in this new gym for long. But today, I took the first step. And even though it hurt, it also made me stronger. Like those exercises that burn — but help you grow.

Because that’s life: sometimes you have to say goodbye to what you love, so you can keep walking toward what you need.

Source
All the photos are taken and edited by me on Snapseed.
Translated with DeepL.com (free version)

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