Ritual de la tarde [ESP-ENG]
A las 3 de la tarde en Inglaterra preparan su té, pero aquí en casa hay un ritual innegociable: el café. Puede ser un expreso, un cortadito o un capuchino como este que tengo frente a mí, con su espuma suave y cremosa que casi me susurra “disfrútame”.
Hay algo mágico en esos minutos de espera mientras la cafetera hace su trabajo. Primero, el agua sube, chispea, burbujea… y de repente, comienza a salir ese líquido oscuro que promete un abrazo cálido. Esos segundos de anticipación son parte del encanto: el aroma se escapa lentamente, invade la cocina, se cuela por cada rincón y se mezcla con la paciencia de quien sabe que lo mejor requiere un poco de tiempo.
Para mí, no cualquier café sirve. Me gusta fuerte, intenso, con carácter. Sí, claro, aquí lo ligan con chícharo o con mezclas que no entiendo, pero yo busco ese café cubano, puro, que parece tener memoria de cada amanecer, de cada conversación, de cada idea que florece mientras sorbo tras sorbo me reconecto conmigo misma.
No me importa gastar un poco más en el mejor grano: es dinero bien invertido. Porque sin mi café, el día no es igual. Nada despierta los sentidos, inspira la mente y acaricia el alma como un buen café.
Y ahí estoy yo, frente a mi taza, con mi pequeño oso que parece acompañarme en silencio, respirando ese aroma que transforma un simple momento en un refugio. Ese instante, cuando el mundo afuera puede esperar y yo solo existo aquí, con mi café y mi calma, me recuerda que los pequeños rituales son los que llenan de vida los días.
English Version
At 3 p.m. in England, they prepare their tea, but here at home, there’s a non-negotiable ritual: coffee. It could be an espresso, a cortadito, or a cappuccino like the one in front of me, with its soft, creamy foam that almost whispers, “enjoy me.”
There’s something magical about those minutes of waiting while the coffee maker does its work. First, the water rises, sizzles, bubbles… and suddenly, that dark liquid begins to flow, promising a warm embrace. Those seconds of anticipation are part of the charm: the aroma slowly escapes, fills the kitchen, sneaks into every corner, and blends with the patience of someone who knows that the best things take a little time.
For me, not just any coffee will do. I like it strong, intense, full of character. Yes, of course, here they mix it with chickpeas or blends I don’t understand, but I look for that Cuban coffee, pure, as if it remembers every sunrise, every conversation, every idea that blooms as I sip and reconnect with myself. I don’t mind spending a little extra on the best beans: it’s money well spent. Because without my coffee, the day isn’t the same. Nothing awakens the senses, inspires the mind, and caresses the soul like a good cup of coffee.
And there I am, in front of my cup, with my little bear that seems to quietly keep me company, breathing in that aroma that turns a simple moment into a refuge. That instant, when the world outside can wait and I exist only here, with my coffee and my calm, reminds me that the little rituals are what fill our days with life.
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