No está fácil, lo sé. Estamos en días pesados, de esos que parece que te aplastan un poco el ánimo. El calor en Cuba está insoportable, y para colmo el polvo del Sahara llegó como invitado indeseado a revolver aún más el aire que ya de por sí arde. Mayo se fue casi sin lluvias, y junio… va por el mismo camino. Las plantas se secan, el aire es espeso, y uno no puede ni dormir bien porque muchas veces no hay corriente, y sin ventilador no hay quien pegue un ojo.

En medio de ese panorama, cualquiera pensaría: “¿y con todo eso te levantas a entrenar?”. Pues sí. No ha sido fácil, pero no he faltado. Porque aunque el cuerpo a veces protesta, la mente tiene claro lo que quiere. Porque me prometí que iba a cuidarme, a fortalecerme, a dar lo mejor de mí, incluso cuando el clima no ayuda, cuando la energía se va, cuando el suelo está caliente y el sudor empieza desde que sales de la cama.

Y lo más lindo es que se notan los avances. En mi fuerza, en mi resistencia, en la manera en que me siento después de cada rutina completada. El cansancio se transforma en orgullo. El dolor se convierte en señal de progreso. Y cada gota de sudor, aunque venga mezclada con calor o frustración, me recuerda que estoy viva y luchando por mí.

A veces me preguntan por qué sigo si las condiciones están tan malas. Y yo respondo: porque no todo se trata del cuerpo. También lo hago por mi mente, por mi salud emocional, por tener ese pequeño espacio donde todo lo externo se queda fuera y solo importa superarme, aunque sea un poquito, aunque sea en el peor de los días.

English Version

It's not easy, I know. These are heavy days—the kind that feel like they weigh down your spirit. The heat in Cuba is unbearable, and to top it off, the Sahara dust has arrived like an unwelcome guest, stirring up air that's already burning. May went by with almost no rain, and June… seems to be following the same path. Plants are drying out, the air is thick, and you can’t even sleep well because so often there’s no electricity, and without a fan, it’s impossible to get any rest.

In the middle of all that, anyone would ask: “And with all that going on, you still get up to work out?” Well, yes. It hasn’t been easy, but I haven’t missed a day. Because even when my body complains, my mind knows exactly what it wants. Because I promised myself I would take care of me, get stronger, give my best—even when the weather doesn't help, when the power goes out, when the floor is hot and you’re sweating from the moment you get out of bed.

And the most beautiful part is that the progress shows. In my strength, my endurance, in the way I feel after finishing each routine. The exhaustion turns into pride. The soreness becomes a sign of growth. And every drop of sweat, even when mixed with heat or frustration, reminds me that I'm alive and fighting for myself.

People sometimes ask why I keep going when the conditions are so bad. And I say: because it's not just about the body. I do it for my mind too, for my emotional health, for that little space where everything else fades away and all that matters is pushing myself—just a little bit further, even on the hardest days.

Source
All the photos are taken and edited by me on Snapseed.
Translated with DeepL.com (free version)

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