Un paseo por las Tablas de Daimiel

La semana pasada, aprovechando un rato libre, me volví a dar un buen paseo por las Tablas de Daimiel. Como vivo tan cerca, siempre me ha gustado escaparme por allí de vez en cuando. Debido a la sequía de los últimos años, había pasado ya bastante tiempo desde la última vez. Pero sabía que, después de esta primavera especialmente lluviosa, el parque había recuperado parte de su esplendor.

Así que, cámara en mano, me dispuse a recorrer la ruta más clásica, la circular que lleva hasta la isla del Pan, y comprobar cómo andaba el nivel de agua del parque. También quería capturar la imagen de las praderas todavía verdes y llenas de flores antes de que el amarillo del verano manchego se lo comiera del todo. Además, por estas fechas muchas de las aves acuáticas ya han criado, y con suerte podría encontrarme con alguna escena interesante.

Fue una mañana tranquila, a pesar de toparme con varios grupos, de escolares y jubilados de excursiones organizadas. También había algunas parejas de personas mayores. Pero no montaban tanto alboroto como hacen locales y turistas en días festivos. Me bastaba con detenerme un momento y dejar que se alejaran para volver a la encontrarme de nuevo en soledad, acompañado tan solo por los sonidos de la naturaleza.

Nada más entrar en la isla de la Entradilla, me topé con unas tórtolas que merodeban por las copas de los árboles, y con una abubilla, posada en una rama, con su inconfundible cresta desplegada. Desde la parte más alta pude constatar que el parque estaba bastante inundado. Se notaba que se habían preocupado de despejar las riberas del exceso de carrizo, y los paisajes de los tablazos se veían impresionantes esa mañana, con el reflejo de las nubes en el agua límpida, y las líneas de las pasarelas creando formas geométricas al fondo. Allí me sorprendió una pareja de flamencos, que me sobrevolaron en dirección al río Guadiana. Sin duda, pertenecían a la colonia de la laguna de Navaseca, aunos km de distancia, pero nunca había visto ejemplares fuera de allí.

De camino hacia la isla del Descanso aparecieron las primeras gaviotas reidoras planeando cerca del agua, y un montón de pagazas piconegras que estaban cazando insectos. Yo mismo me pasé por allí un buen rato intentando sacar algunas fotos de libélulas y caballitos del diablo. Una pareja de azulones nadaba tranquilamente cerca de las pasarelas.

Al cruzar la pasarela que conecta la Isla del Descanso con la del Pan, me llamó la atención la ausencia de la famosa barca de pescadores. La que siempre está allí, varada sobre la tierra seca y cuarteada. Después descubriría que la habían trasladado a una zona entre la Isla del Descanso y la del Maturro, donde ahora se balanceaba suavemente sobre el agua.

En la isla del Pan, tan solo hice una visita rápida al observatorio de la loma y en seguida me perdí por el bosque de tarayes, ya que lo que me interesaba de verdad era encontrar insectos para probar a hacer macros. Por allí, a la sombra, pasé un buen rato.

Logrado mi objetivo, seguí la ruta hacia la salida. Atravesé la isla de los tarayes, donde me adelantó un grupo de parvularios, y a la salida, vi a varios operarios del parque que limpiaban en masegar de carrizo invasor metidos en el agua.

A continuación, se me ocurrió meterme en la caseta de observación de aves que hay justo al lado, y allí me llevé otra sorpresa, pues una pareja de golondrinas había construido su nido y estaban criando polluelos en su interior. Fue una buena oportunidad para sacar otras cuantas fotos.

Y, ya casi al final, justo en las pasarelas que salen de la isla del Maturro hacia el centro de visitantes, me encontré con una escena entrañable: una pareja de fochas alimentando a sus polluelos. Me hizo gracia el contraste de las cabecitas rojas y desgreñadas de las crías con la de los adultos, donde el blanco de los picos resaltaban sobre el negro del plumaje. Me quedé un buen rato observando cómo los padres se zambullían para traer comida, y luego los polluelos se acercaban para tomarla del pico.

Y, con esas, me dio la hora de comer, así que tocaba regresar. Estaba contento; volvía a casa con la tarjeta llena de fotos interesantes por revisar.

_{Cámara: Canon EOS 450D
Lentes: Canon EF 28-80mm f/3.5-5.6 II y Canon EF-S55-250 f4-5.6 IS II
Posproducción: Photoshop CC}

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Javier G. Alcaraván_{Todas las fotografías de esta publicación son de mi autoría.}

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