Lo que calla una fotografía | Anécdotas detrás de cámara 📸

Una fotografía por sí sola cuenta una historia en la mente de quien la admira, pero detrás de esa imagen se esconde una narrativa mucho más rica y compleja.

Si nos adentráramos en el backstage de un reality show titulado “Lo que calla una fotografía”, con un énfasis especial en “Lo que calla el fotógrafo o quien está detrás del lente”, descubriríamos la historia real, las anécdotas, las risas, las horas de espera, el estrés y tantas otras cosas que nos ayudarían a comprender por qué detrás de una fotografía seleccionada hay cientos más que han sido descartadas.

Tomemos, por ejemplo, la foto de portada de esta publicación: un ancla a la orilla de un lago con unas bicicletas apenas asomando.

Sentada a orilla del lago, entretenida con el ir y venir de los patos y las gaviotas, divisé a los lejos una enorme ancla, me levanté y me apresuré a llegar a ella antes de que alguien más interrumpiera lo que consideraba una escena perfecta.

Caminé, casi corrí, para llegar a tiempo, y justo cuando estaba frente a ella procurando un buen encuadre para las tomas, dos niños que correteaban cerca decidieron que ese sería también un buen lugar para jugar, subirse, lanzarse, etc. Sí, en el monumento, en el ancla.

Mientras tanto, yo permanecía allí, inerte, inmóvil, en silencio, esperando el momento preciso para tomar las fotos y marcharme. El tiempo pasaba y yo me impacientaba, pero ellos ni siquiera parecían notar mi presencia; estaban felices, jugando sin preocupaciones. Ellos llegaron primero, era lo justo, así que tuve que esperar.

En algún momento, la madre se dio cuenta de mi presencia, plantada como una estatua, esperando ese instante de soledad para la foto, así que les sugirió que se bajaran del ancla y dejaran la escena, que solo sería por un par de minutos; pero a ellos no les importó. “Estamos jugando”, dijeron claramente. No me quedó más opción que sonreír con amabilidad, aunque esa amabilidad estaba empezando a desvanecerse. “No pasa nada”, le dije, y esperé un buen rato más hasta que finalmente ellos se cansaron de brincar y se fueron, no sin antes despedirse, eso sí, al unísono gritaron: “adiós”.

Lo gracioso no fue eso, sino que justo cuando estaba a punto de tomar la foto, gritando en mi interior: “¡al fin!”, se me acercó una pareja: “disculpe, ¿nos toma una foto en el ancla?”. Pensé: “¿Es en serio?” Igual, sonreí y asentí con una calma que ni yo misma reconocía: “claro, por supuesto”. Y así hasta que finalmente llegó mi momento.

No exagero si les digo que tomar estas fotos me llevó más de media hora, mucho más. Si era una prueba de paciencia, puedo decir con seguridad que la superé.

! [ENGLISH VERSION]
A photograph by itself tells a story in the mind of the person who admires it, but behind that image lies a much richer and more complex narrative.

If we were to delve into the backstage of a reality show titled “What a Photograph Conceals”, with a special emphasis on “What the Photographer or the Person behind the Lens Conceals”, we would discover the real story, the anecdotes, the laughter, the hours of waiting, the stress, and so many other things that would help us understand why behind a selected photograph there are hundreds more that have been discarded.

Take, for example, the cover photo of this publication: an anchor at the edge of a lake with bicycles barely peeking out.

Sitting by the lake, amused by the comings and goings of ducks and seagulls, I spotted a huge anchor in the distance. I got up and hurried to it before someone interrupted what I thought was a perfect scene.

I walked, almost ran, to arrive on time, and just as I stood in front of it trying to find a good frame for the shots, two children who were playing nearby decided that would also be a good place to play, climb, jump, etc. Yes, on the monument, on the anchor.

Meanwhile, I remained there, inert, immobile, silent, waiting for the precise moment to take the photos and leave. Time passed and I grew impatient, but they didn’t even seem to notice my presence; they were happy, playing without worries. They arrived first, it was only fair, so I had to wait.

At some point, the mother noticed my presence, standing there like a statue, waiting for that moment of solitude for the photo, so she suggested they get off the anchor and leave the scene, which would only be for a couple of minutes; but they didn’t care. “We’re playing”, they said clearly. I had no choice but to smile kindly, although that kindness was starting to fade. “It’s okay” I said, and waited a while longer until they finally got tired of jumping and left, not without saying goodbye, of course, in unison they shouted: “goodbye”.

The funny thing was not that, but just as I was about to take the photo, shouting inside myself: “finally!”, a couple approached me: “excuse me, could you take a photo of us on the anchor?” I thought: “Is this serious?” Still, I smiled and nodded with a calmness that I didn’t even recognize myself: _“of course, sure”. And so on until finally my moment arrived.

I’m not exaggerating if I tell you that taking these photos took me more than half an hour, much more. If it was a test of patience, I can say with certainty that I passed it.

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Translation: ChatGPT

Photography & Edition: by @gorayii | iPhone 12 Pro Max

_{Fotografía & Edición: por @gorayii | iPhone 12 Pro Max}

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