Heme aquí, tratando de plasmar con mis fotografías lo que las palabras no pueden describir con exactitud. Soy un hombre analítico por naturaleza, que vive consciente del paso del tiempo, de la fugacidad de cada momento. En el pasado, fui alguien muy apasionado, pero ahora, la indiferencia es el sentimiento que marca mis días. A veces me pregunto si realmente el amor es eterno, si ese sentimiento que alguna vez me movió todavía tiene la capacidad de despertar en mi alma la misma pasión de antes. A través de la lente de mi cámara, observo el mundo y trato de encontrar respuestas que den sentido a mi vida.

No recuerdo exactamente desde cuándo me dejó de importar todo. Pienso que la indiferencia es como una enfermedad silenciosa, que se va adueñando de ti hasta que te das cuenta de que ya no te emociona nada de lo que antes lo hacía. Quizás la falta de estímulos, la rutina del trabajo y la vida adulta me fueron arrebatando la capacidad de sentir intensamente. Pero también, puede que haya sido la consecuencia de esas cuatro relaciones que mencioné antes, que inevitablemente fueron dejando cicatrices en mi corazón.

A menudo, camino por la ciudad con mi cámara en mano, buscando una escena que merezca ser retratada. Una de mis fotos favoritas, que cumple con el propósito de representar la indiferencia, es una imagen que tomé en una calle desolada, donde un hombre caminaba solo, sin rumbo fijo, como si estuviera esperando que algo o alguien lo sacara de la monotonía de su vida. La composición de la foto es sencilla, pero solo con verla, se puede percibir esa sensación de vacío, de desapego, que tanto nos golpea en la cotidianeidad.

La indiferencia, como sentimiento, tiene muchas aristas. Por ejemplo, en el amor. Recuerdo haber experimentado sensaciones muy intensas cuando era adolescente y mi corazón latía al ritmo de las emociones. Todo parecía posible, todo era un sueño. Pero, poco a poco, fui descubriendo que el amor también tiene su lado oscuro, su lado destructivo e incluso, su lado indiferente. No es fácil aceptar que alguien a quien amaste con el corazón, ahora apenas te importe. Que todas las promesas de amor eterno se hayan disipado como el humo.

Sin embargo, a pesar de todo, creo que la indiferencia puede enseñarnos a valorar las pequeñas cosas de la vida, las cosas que realmente importan. Por ejemplo, la belleza de una flor en el camino, la sonrisa de un niño o el abrazo de un amigo. Quizás, la indiferencia es solo otra forma de amor, menos intensa, pero más sabia. Al menos, eso es lo que yo he aprendido después de todo este tiempo en el que mi cámara y yo nos hemos dedicado a capturar momentos de la vida.

A veces me pregunto si la indiferencia es una forma de protección, un escudo que nos ayuda a sobrevivir en el mundo caótico que nos rodea. En mi caso, he tenido que lidiar con el hecho de que la gente que he amado antes ya no está conmigo. Es difícil aceptar que alguien a quien querías con todo tu corazón, ahora apenas te recuerde. Pero también he aprendido que eso no significa que las cosas no hayan sido verdaderas. Al contrario, creo que el amor siempre deja una huella en nosotros, aunque sea imperceptible.

Sin embargo, hay ocasiones en las que siento que la indiferencia se vuelve abrumadora, que me hundo en un mar de sentimientos que no logro comprender. En esos momentos, saco mi cámara y capturo todo lo que sucede a mi alrededor. A veces, las imágenes que tomo son una forma de terapia, una herramienta que me ayuda a ordenar mis pensamientos y a expresar lo que siento. Creo que, en cierto sentido, todos somos fotógrafos de nuestra propia vida, tratando de encontrar el enfoque adecuado para cada situación, buscando la mejor luz para nuestros momentos más oscuros.

Quizás la indiferencia no sea un fin en sí misma, sino simplemente un estado transitorio, una fase en la que tenemos que aprender a conocernos a nosotros mismos. En el fondo, todos somos seres complejos, con una gran cantidad de experiencias y emociones que nos han llevado hasta donde estamos hoy. Para mí, la indiferencia es solo otro peldaño en el camino, un desafío que tengo que superar para seguir creciendo como persona y como artista.

Finalmente, creo que la indiferencia es simplemente otra forma de amor. Un tipo de amor más maduro, menos egoísta, más sabio y menos histérico. El amor que he conocido en mi vida no ha sido fácil, pero a pesar de todo, he aprendido a valorarlo de una manera más profunda. Ahora siento que puedo amar sin necesidad de poseer, y eso me hace sentir más libre, más tranquilo y más feliz. Y aunque todavía quedan muchas preguntas sin respuesta en mi corazón, estoy seguro de que la vida me llevará por el camino adecuado. Mientras tanto, seguiré enfocando a través de mi cámara todo aquello que me hace sentir vivo, tratando de encontrar la belleza en la indiferencia.