Un Falcón no es un DeLorean, pero en este momento, a la vista de esta fotografía, mi mente salta 52 años hacia el pasado.

Pero hoy no quiero desempolvar viejas historias, así que haré una pausa y cuando salga le tomaré una foto a un modelo más antiguo que descansa estacionado junto a la acera de mi calle con una rueda pinchada.
He tenido oportunidad de observar muchos autos vetustos estacionados, algunos con letreros que advierte sobre su condición, del proceso de reparación. Imagino que para evitar a la grúa de la municipalidad. No sea que se lo lleven por considerarlo una chatarra abandonada.

A pesar de los estragos del tiempo y el uso, conserva una excelente estampa para su edad de más o menos medio siglo.
Y a pesar de mi intención, mi mente escarba en los recuerdos, cuando en alguna ocasión maneje por primera vez y aprendí a usar los pedales sin mirarlos. Hasta que se vuelve un sentido adquirido y el auto se siente como una extensión del cuerpo y el embrague, el freno y el acelerador se pisan con delicada suavidad, enérgica brusquedad o sostenida constancia según el requerimiento de nuestros deseos.
Hoy me causa gracia pensar como muchas veces alteramos el orden aparentemente lógico de las cosas y termine aprendiendo a conducir con mi propio auto, después de obtener la licencia de conductor.
Pero como la vida no es una operación aritmética, es difícil demostrar como cambio el resultado al alterar el orden de los factores.

Conclusión provisional: Sigamos aprendiendo y disfrutando todas las experiencias nuevas y viejas, no sea que si dejamos de hacerlo nos manden al rincón y hasta nos coronen con unas orejas de burro.
Para no aburrir, ya voy a finalizar, pero que sean al menos trescientas palabras y no me llamen flojo.

Escrito en domingo con mi mejor español, el unico idioma que manejo con fluidez, dejando la versión en ingles en manos del traductor Google.

Las fotos son mías, tomadas con el viejo Motorola, salvo la primera, que es una reproducción de una fotografía tomada por mí o por mi padre con una más vieja cámara Kodak Retina II de 35 m m.

The Title Does Not Make the Driver

A Falcon isn't a DeLorean, but right now, looking at this photograph, my mind jumps back 52 years.

But today I don't want to dust off old stories, so I'll take a break and when I get out, I'll take a photo of an older model parked next to the curb on my street with a flat tire.

I've had the opportunity to observe many old cars parked there, some with signs warning about their condition and the repair process. I imagine it's to avoid the city tow truck. They might take it away, considering it abandoned junk.

Despite From the ravages of time and use, it retains an excellent appearance for its age of about half a century.
And despite my intention, my mind delves into memories of when I once drove for the first time and learned to use the pedals without looking at them. Until it becomes an acquired skill and the car feels like an extension of the body, and the clutch, brake, and accelerator are pressed with delicate smoothness, energetic abruptness, or sustained constancy according to our desires.
Today it amuses me to think how often we alter the seemingly logical order of things, and I ended up learning to drive my own car after obtaining my driver's license.
But since life isn't an arithmetic operation, it's difficult to demonstrate how the result changes by altering the order of factors.

Provisional conclusion: Let's keep learning and enjoying all the new and old experiences, lest if we stop doing so, we be sent to the corner and even crowned with donkey ears. To avoid boring you, I'll finish now, but please keep it to at least three hundred words, and don't call me lazy.

Written on Sunday in my best Spanish, the only language I speak fluently, leaving the English version to Google Translate.

The photos are mine, taken with the old Motorola, except for the first one, which is a reproduction of a photograph taken by me or my father with an older 35 mm Kodak Retina II camera.