Creo que la mejor forma de echarnos una mano es no dejar que nada nos venza. ¿Sabes? cuando voy en bicicleta hay curvas, huecos, lomas empinadas, sol, gente insensible... pero después, de alguna manera, estoy sola, tranquila, impulsada en una callecita bien asfaltada, y con el airecito en la cara. El sudor se siente fresco sobre mi piel, bajo la ropa, y sonrío porque en mi lista de reproducción suena una bonita melodía también. Me hablo y me digo que todo es maravilloso. Y así llego a casa y me recibe un mundo real, de frutas, con una perrita que corre como loca de una habitación a otra y me alcanza su pelota, y voy a mi nevera y tengo yogur y me preparo galletas y me como un mango y miro revolotear a las mariposas y a los zunzunes entre los árboles... miro mi laptop y me comunico con personas increíbles como tú. Mi madre me llama, mi abuela con 93 años tiene una memoria que ojalá tuviera yo... y mi hermana me dice que me quiere, desde la distancia. Me dice... Anaraycita, deja el estrés... así que la vida está aquí para vivirla. Y son tantos detalles que cada día nos rondan, nos moldean... y así también nos reinventamos. Y damos un poco de felicidad y tratamos de que la tristeza no se nos note, pero es que para comprender cuando se es feliz, es necesario haber estado triste alguna vez. Y ya... quizás entiendes y entiendo lo que quiero transmitirnos.

Gracias otra vez y ¡arriba!, ponte de pie, que yo no dejo de hacerlo aunque a veces tengo el rostro mojado.